No solo para los sábados
Javier Marías , después de muerto, debería de ser santo súbito en los altares de la cultura por no haberse resignado a los tiempos. Por haber seguido demostrando con su indiferencia a la simplificación del idioma, de las tramas y del intelecto en general, que la cultura no es cosa sencilla que se democratice por antojo gubernamental , que es exactamente lo que nos lleva jodiendo una década. La idea de que cualquier cosa es cultura, y a ser posible cuanto más sencilla y menos traumática mejor. La cultura no puede ser esta modernidad sonrojante de compromisos políticos con el lenguaje, con la paridad o que el gran logro de nuestro siglo sea una sirenita negra. Nos salen las generaciones atrofiadas y con razón. La muerte de Marías debería servir como aldabonazo para decir que se acabó. Hasta aquí esto de dárselo todo masticado y adaptado, como a niños pequeños, para que no se les atragante el 'Quijote' o Shakespeare. Y si no quieren leerlo, que no lo lean, pero no perviertan a Cervantes , por favor. La cultura es un viaje que puede empezar en Rosalía, pero no puede acabar ahí Acercarse a Sartre , lo mismo que a Tchaikovsky , requiere esfuerzo. Es una tarea poco ligera la de aprender a escuchar a Bach . Es duro y a veces implica dolor y sobre todo renuncias. Porque una cosa es mirar un cuadro de Zurbarán o Picasso y otra muy distinta entenderlo. La cultura es un viaje que puede empezar en Rosalía , bien, no lo niego, pero no puede acabar ahí. En la cultura, a la manera del poema de Kavafis , solo cabe esperar que el viaje sea largo. Porque no es para todos los públicos, y sobre todo esa creencia de que puede haber cultura sin esfuerzo. No vale para nada. Marías lo demostró: el trabajo del escritor es una tarea pesada que exige sacrificio. El escritor es el último místico de nuestro tiempo entregado al silencio y a la soledad para intentar encontrarse con sus personajes, que es un milagro casi más alto que ver a Dios. Es lógico que ahora los chavales no estén dispuestos al esfuerzo después de años de autocomplacencia y comodidades, pero la cultura no debe de adaptarse a los tiempos. La única simplificación que espero es burocrática y esa no llegará jamás.