Corazones de Duralex
Quiebra Duralex y saltan en pedazos los recuerdos de la infancia, la memoria a generaciones enteras de españoles. Las tardes en casa de mi tía Irene con la tele en blanco y negro y el ronroneo de la máquina de coser en el salón. El café humeante en la cocina y las tazas y los platillos ámbar en la camilla, sobre el mantel blanco, esperando los bollos nevados de manteca y las pastas de almendra recién cocidas en el horno, la gloria bendita de las tardes de invierno, aquellos berretes de nata en los hocicos, el hielo sobre el asfalto zamorano.