Danny León : «En el skate se aprende a base de caídas, como la vida misma»
Danny León (Móstoles, 1994) creció pegado a una tabla de skate hasta convertirla en un apéndice más de su cuerpo. Lo que comenzó como un hobby acabó siendo una forma de vida que le llevó a convertirse en Tokio 2021 en el primer olímpico español en esa disciplina. Aquella experiencia lo marcó. Se quedó a las puertas de la final y del diploma y decidió apostar aún más fuerte para París . En marzo logró una histórica victoria para el skateboarding español al ganar en la Copa del Mundo de Dubái. No lo hizo solo, porque en categoría femenina se impuso su compañera de selección, la jovencísima Naia Laso. Ambos se encuentran en el 'top ten' del ranking mundial, pero aún deben certificar su clasificación en dos durísimos preolímpicos donde se repartirán el grueso de las plazas. Danny León charla con ABC antes de viajar a Shanghái, escenario del primero de esos dos torneos definitivos. -¿Qué se juega en Shanghái? -Llevamos cuatro campeonatos, pero estos dos torneos cuentan un tercio del total para ir a los Juegos. Puntúan como tres o cuatro veces más que lo que hemos hecho. Ahora mismo soy noveno del ranking, pero puede ser que en una sola prueba me caiga hasta el puesto treinta o que ascienda al cuarto. Todo depende de este momento, nos lo jugamos todo. -¿Qué hace especial a su deporte? -En el skateboarding, da igual lo que hagas y lo que te guste, siempre vas a encontrar una familia entre los patinadores. Hay una gran unión y se acepta a todo el mundo, da igual la música que escuches o cómo vistas. Allá donde viajes sabes que si alguien patina ya va a ser tu amigo. El skate es libertad de expresión. Es como el baile, cada uno expresa sus gustos a su manera, con diferentes trucos sobre la tabla, pero siempre con creatividad. Es un deporte muy libre. Solo por patinar he conocido a gente muy interesante, y creo que eso es lo más guay que tiene. -Eche la vista atrás. ¿Por qué el skate? Creo que hay una ventana que tiene mucha culpa… -Exacto. Hay una ventana de mi casa que asomaba justo a un polideportivo en el que construyeron una pista de skate. Yo la miraba todos los días y un día decidí cruzar la calle y probar. Me animé a ir con un amigo, Juanan, y hasta hoy. Los dos seguimos patinando, tenemos nuestra propia escuela de skate y no nos aburrimos de esto. -Hábleme de Naia Laso. Con 15 años ha revolucionado el skate femenino esta temporada… -Tengo mucho amor por ella. Tiene 15 añitos, la he visto crecer y llegar desde lo más bajo a lo más alto. Mola mucho. Es muy buena niña. Es supertímida, pero cuando coge confianza se suelta. Muy divertida. Os vais a hartar de hablar de ella. -¿Qué hacía usted con 15 años? -Ser un pringado. Lo único que hacía era patinar, igual que ella. Pero claro, no era ni un cuarto de lo que es ahora Naia. Mi día a día era ir a clase, volver a casa, hacer los deberes y bajar al skatepark con mis amigos. -¿La nueva generación ya solo concibe el skate como competición? -Sigue existiendo ese interés por compartir, por pasar el rato con los amigos. Pero sí que es verdad que la gente más joven se centra en competir. Creo que es erróneo. Lo mejor de este deporte es relacionarse con otros, integrarse y pasárselo bien. Hay gente de cuarenta o cincuenta años que patina en ese rollo y para mí es lo más importante. -¿Cuál es su mejor recuerdo de Tokio, su debut olímpico? -Tengo muchos. Me gustó mucho el buffet de la Villa Olímpica. Estaba abierto las 24 horas, con todo tipo de comida. Me encanta comer y lo probé todo. Sushi, comida libanesa, pastas… Y también el pedazo de skatepark que montaron todo para nosotros. Verlo nuevo, estrenarlo… Eso fue increíble. Además era perfecto. -¿A quién le pidió una foto? -Por el tema del Covid no le pedí fotos a nadie. No me la jugué mucho. No soy mucho de pedir fotos. Soy más de verlo y vivirlo. Pero sí que flipé por ver de cerca a Pau Gasol o a Saúl Craviotto. -¿Qué lección aprendió allí que no repetirá en París? -Allí fallé mi truco estrella. Fue en la última ronda, arriesgando. Sabía que podía ocurrir, no pasa nada, pero me quedó un mal sabor de boca. Si no me hubiera caído habría pasado a la final. Estaba seguro de que ese truco me hubiese podido dar la medalla. Lo quiero meter en París -Y si esa medalla llegara finalmente en París, ¿qué significaría para usted? -Es una meta a cumplir. Si lo consigo, lo tacharé. Y si no, no pasa nada. Yo creo que ir a los Juegos ya es bastante. Ese es el primer paso. Y, una vez que esté allí, darlo todo para pasar a la final. Y si la alcanzo, voy a ir a por esa medalla. Me voy a romper la cabeza. -¿Qué se siente encima de la tabla? -Mola mucho patinar. Es difícil conservar la esencia de cuando se empieza algo nuevo, pero al patinar sigue viviendo en mí esa esencia. Lo disfruto, sigo aprendiendo trucos nuevos, conociendo gente guay. La sensación de tener ese tacto en los pies, de volar y tener el control al caer… Todo eso mola mucho. -¿Y las caídas? -Las caídas no molan nada. Son horribles. Pero se aprende a base de caídas, como la vida misma. Es así. Lo que más jode es caerse, lesionarse. Pensar cuánto tiempo vas a estar así, cuánto vas a tardar en recuperarte. Por lo general siempre arrastramos algún dolor, pero somos así de cabezotas y no paramos. Te duele un poco el tobillo y vas tirando y tirando. Pero porque mola tanto patinar, porque estamos viciados. Las caídas se llevan como se pueden. -¿Cuál es tu truco marca de la casa? -Creo que tengo un gran abanico de trucos. Y a veces me cuesta mucho elegir en qué ronda hacerlos. Pero tengo dos que me gustan mucho. Uno es el 'frontside blunt '. El otro, el 'flip stalefish'. Me mola mucho la sensación de hacerlo y destaca bastante. -¿Los hará en París? -La confianza para hacerlos la tengo. Sé que puedo. La cuestión es hacerlo en ese momento exacto, con los nervios de tanta gente mirando.