Así se proclama el Gobierno de Pedro Sánchez. ¿Qué significa eso, de la masa, del clan, del partido? ¿Y los demás, qué somos, gentío, chusma que no merece ser tenidos en cuenta? No nos lo explican, aunque demuestra la poca imaginación que tienen, pues gente es tan genérico que no significa nada, nadie. Con esa extraordinaria capacidad que tiene la izquierda para convertirse en víctima y atribuir a la derecha cuantos males nos afligen, que es tanto como decir que fue el pastor quien mató a las ovejas, resulta que el Tribunal Constitucional ha impedido al Congreso y Senado ejercer su labor legislativa, con el apoyo del PP para más estigma. Cuando ha sido exactamente lo contrario. Pues, vamos a ver, ¿cuáles son los poderes del Estado? El ejecutivo, el legislativo y el judicial. ¿Cuál es el más poderoso? Ninguno. Cada uno tiene señaladas sus funciones, siendo independientes entre sí. Pero resulta que el Gobierno de Sánchez, para contentar a sus socios secesionistas y de extrema izquierda, lanzó un ofensiva legislativa que excede sus atribuciones. Primero, indultó a los catalanes que montaron un referéndum ilegal y utilizaron fondos públicos destinados a otras actividades. Juzgados y condenados por ello, se ha rebajado sustancialmente las penas tanto pecuniarias como de pérdida de libertad y prohibición de ocupar cargos públicos. Al mismo tiempo, se cambiaban las normas para la elección de los miembros del Tribunal Constitucional y del Consejo General del Poder Judicial, encargado de elegir jueces y magistrado. Fue la gota que colmó la paciencia de la Justicia, que se veía relegada a dar el visto bueno a los decretos del Gobierno y las decisiones de las Cámaras. ¿Quién tenía que decir que tal avalancha legislativa era constitucional? Pues el tribunal del mismo nombre, que frenó tal reforma. Pero fíjense bien: no por negar al legislativo el derecho de legislar, sino por la forma como se ha hecho: deprisa y corriendo, sin debate ni escuchar a los expertos, como dice la ley. Mal. Por lo que urge corregirlo. Pero se resisten. Ello nos ha llevado a la mayor crisis del régimen del 78, como ha dado en llamarse la monarquía parlamentaria surgida tras el franquismo, tan preciada en un principio, tan vejada luego por la extrema izquierda, cuyo desprecio por la democracia es de sobra conocido, y por los nacionalismos internos, que desean una España de retazos. O ninguna. ¿Como salir de esta crisis, más grave incluso que la del 23-F. Aquello se arregló con una alocución del Rey; ahora lo único que puede hacer es un llamamiento a la concordia, más lejos que nunca. Este lío lo armó Sánchez queriéndolo todo, legal o no. Así que tendrá que ser él quien lo desarme, admitiendo que en una democracia quien tiene la última palabra es el tercer poder. Y dentro del mismo, el Tribunal Constitucional, que para eso se llama así. Sin duda necesitamos cambios en muchos campos. Pero tienen que ser pensados, debatidos, negociados. Cualquier otra cosa, empezando por decir que aceptan la sentencia del TC y no cumplirla, como parecen estar pensándolo, sólo traerá más crispación, más inestabilidad, más enfrentamiento, menos España.