Otro PSOE posible
Eligio Hernández. Cristina Alberdi. José María Mohedano. César Antonio Molina. Joaquín Leguina. Francisco Vázquez. José Luis Corcuera. Alfonso Guerra. Felipe González. Emiliano García Page. Javier Lambán. Luis Tudanca. Juan Lobato. Óscar Puente. Javier Sáenz Cosculluela. Virgilio Zapatero. Julián García Vargas. Nicolás Redondo Terreros. Jesús Cuadrado. Manuel Aragón Reyes. Encarnación Roca… Ninguno de ellos, haya sido dirigente del PSOE, ministro socialista o jurista de prestigio, parece un peligroso fascista. Ninguno tiene en su hoja de servicios una sola acción, una sola palabra, que haya pervertido su condición de progresista, y lo llevan a gala con legitimidad, lógica y sentido. Con su libertad ideológica, con el respeto a sus principios, con su transparencia y su paz consigo mismo, con su autonomía de conciencia, con su sentido institucional, su vocación de servicio y su trascendencia de Estado. Ninguno se ha traicionado a sí mismo. Ninguno es un derechista revanchista, ninguno encarna las hechuras de golpista que retoma Podemos con arengas guerracivilistas. Porque en eso vive Podemos, en su 'democracia popular', en su dictadura del 'pueblo' disfrazada de transacciones y enmiendas destructivas del sistema, en su burbuja de odio... Ninguno de esos nombres es un provocador o un resentido. No son rebeldes sin causa. Sencillamente asumen defraudados sentirse desapegados de un PSOE que acudió a las urnas con unos valores, y saldrá con otros radicalmente opuestos. Con un partido arrasado en su debate y mutilado en su discrepancia, de militancia férrea, disciplina irreflexiva, silencio cobarde, y con la asunción de la retórica del sanchismo como un dogma cuasi-religioso en el que solo Sánchez representa el bien común. La democracia virgen. La pregunta que bien podría hacerse un votante del PSOE es si negociando con algunos de esos nombres se habría producido este choque institucional. O si se habría pactado la renovación de órganos constitucionales, como por cierto siempre ocurrió. Si quisiera, podría preguntarse cuál es el factor distorsionador que ha roto los consensos –mal que bien llevados– durante 42 años. Y podría preguntarse a quién y por qué le interesa una fractura irreversible del equilibrio institucional. No es solo esa derecha rancia y 'golpista' la que acumula un sentimiento desasosegante de despojo de valores esenciales de la democracia. Son otros, igual de progresistas, igual de socialistas, los que perciben que Sánchez ha volcado el tablero. Le culpan y señalan porque ya no es lo mismo socialista que sanchista. Hoy se hacen cábalas sobre cuál será la represalia, el jaque final, porque hay una absurda conciencia colectiva en la que pervive la especie de un presidente infalible, un 'conducator' intocable que siempre se impone. Pero el mazazo para Sánchez, acostumbrado a ganar a empellones subastando al PSOE, ha sido severo, y Bolaños empieza a recordar a Carmen Calvo por su fracaso al contener al TC con el estado de alarma. Europa observa. A Sánchez, que nunca perdona, se le han torcido los planes, y a este PSOE 'paralegal' se le ha agotado la decencia. No, no es expresión de fachas subversivos. Basta rebuscar entre los citados. La pregunta es si aún hay tiempo para otro PSOE posible, y mala pinta tiene.