La esquiva y equívoca figura del crítico
Hay personas que se creen todo lo que les dicen y que nunca tienen dudas; viven, ingenuos y felices, pensando que hay fantasmas, brujas y duendes, que la Tierra es plana, además de que dan por cierta la cascada de fake news que arrojan cada día gobiernos, medios y redes sociodigitales.
Otras personas han desarrollado durante su vida una actitud crítica, adquirida mediante la educación, el conocimiento y la información, lo que les permite entender una realidad compleja. El pensamiento crítico empieza a desarrollarse en la infancia —los niños son críticos naturales—, con lecturas y estímulos intelectuales, y continúa con una educación formal que desarrolla la intuición, la creatividad, la razón y la lógica.
La crítica permite desarrollar juicios sobre los diversos aspectos de la realidad. Por ejemplo, saber si una política fiscal o económica es favorable para la mayoría de la población o si una política educativa resulta perjudicial para los niños de primaria. No se trata de volverse un escéptico o de tener una manera de pensar distinta a la de todos los demás, sino de despejar los prejuicios, combatir la desinformación —otra vez, las fake news—, las falacias y las supersticiones, advertir contra los sesgos ideológicos y de emplear la crítica para dejar atrás el conformismo y avanzar hacia el progreso.
En el plano de las artes y de la cultura, una crítica es un ejercicio razonado de valoración de un producto cultural: una película, un libro, una obra de teatro, ópera, danza; las artes plásticas, escultura, performance, instalación; un concierto, un disco o una pieza musical. Olvidémonos de la noción popular que equipara crítica con el señalamiento visceral de los aspectos negativos de esas obras —o, en otro ámbito, de una persona, de un objeto, de un servicio o de la política social o económica de un presidente o un gobernador, pues criticar no es lo mismo que expresar una opinión negativa de algo o de alguien.
La crítica va más allá del “me gusta” o “no me gusta”. Es un trabajo de apreciación, de conocimiento, de examen y de análisis, por medio de argumentos y juicios de valor que pueden ser positivos o negativos.
Antiguamente un crítico era la persona que juzgaba sobre la belleza, la verdad y la bondad de las cosas. En la actualidad un crítico es alguien que se especializa en ofrecer un conjunto de opiniones y juicios en los que incluye datos informativos y comparativos para formular un análisis completo. El crítico puede tener una formación académica o periodística y, en tanto que es personal, la crítica puede ser subjetiva.
Edgar Allan Poe (1809–1849) y Charles Baudelaire (1821–1867) fueron de los primeros críticos modernos de arte y literatura. Decía este último que “para ser justa, es decir, para tener su razón de ser, la crítica debe ser parcial, apasionada, política; esto es: debe adoptar un punto de vista exclusivo, pero un punto de vista exclusivo que abra al máximo los horizontes”.
Poe escribió ideas novedosas sobre los géneros literarios y el proceso de creación en Fundamento del verso (1843), La filosofía de la composición (1846) y El principio poético (1850), ensayos en los que se aparta radicalmente del viejo concepto romántico de inspiración en favor de una escritura consciente y reflexiva de las técnicas expresivas. En El principio poético, publicado un año después de su muerte, Poe dice que un poema se debe escribir “por el poema mismo”, pues la última meta del arte es estética. “En la crítica seré valiente, severo y absolutamente justo con amigos y enemigos”, decía el maestro del terror.
La crítica literaria es un género literario, aunque a veces se le niega esa filiación. Ya lo decía el poeta latino Marcial (40–104 dC): “No publicas tus versos, ¡oh, Lelio!, y, criticas los míos. Déjate, por favor, de criticar mis versos, o publica los tuyos”. Pero “quien se enfada por las críticas reconoce que las tenía merecidas”, decía el historiador romano Tácito (55–dc. 120 dC).
A diferencia de la crítica de arte o de cine, la crítica literaria emplea la misma herramienta que la literatura: el lenguaje. En su discurso de ingreso al Colegio Nacional, Christopher Domínguez Michael dijo que, “a diferencia de otros oficios, el de crítico literario exige una permanente explicación de qué es y cómo se ejerce. Mal o bien, el público lector (ningún otro me interesa) entiende qué es un poeta o asunta la actividad de un novelista, mientras que la figura del crítico es esquiva y equívoca. Es frecuente que a los críticos literarios nos pregunten si, además de ‘criticar’, escribimos”.
Lejos del opinador fácil —ese individuo que prolifera en las redes sociodigitales y que habla de todo aun sin saber—, el crítico debe ser una persona exigente consigo mismo y profesar una ética profesional en la que predomine el conocimiento, la información, la valoración y la mayor imparcialidad posible. No hablaría bien de él, de ella, si se dejara influir por debilidades personales al escribir. Si a juicio del crítico una obra adolece de características negativas, éstas deberán fundamentarse.
Ni el vituperio ni la calumnia tienen lugar en la crítica seria.