Niño de Elche: cante y cocaína de ida y vuelta
En los años 20 del siglo pasado, Antonio Chacón («el Papa del cante» según Niño de Elche) anunciaba en Prensa unos caramelos con cocaína que eran «buenísimos para pasar toda una noche cantando». La cocaína en la garganta del gran cantaor, la materia prima colombiana, engrasaba cantes que también habían regresado del otro lado del Atlántico. Podemos tomar esta anécdota como la piedra de toque del nuevo trabajo de Paco Contreras, Niño de Elche, titulado «Colombiana», pero si creen que la cosa se queda ahí es que no conocen cómo arma los discursos artísticos este artista ex flamenco o post flamenco. Contreras teje una densa red de significados que electrocutan y envenenan a quien los sabe escuchar, por ejemplo, el 8 de junio en Conde Duque. Capaz de colaborar con C. Tangana, después lanzarse a la música contemporánea, soliviantar en la Bienal de Flamenco y preparar con Los Planetas un proyecto que se llamará Fuerza Nueva –que se publica el muy señalado día del 12 de octubre–, al ilicitano hay que darle el título de creador más afilado y más lleno de ideas del panorama.
«Yo quería hacer un disco de cantes de ida y vuelta. En el flamenco hay muchos discos conceptuales de este tipo, de cantes menores o mayores o festeros o saetas, o cantes de Huelva... Y esa podemos decir que era una idea y la otra idea que confecciona el discurso del disco es la de el tabaco, el cacao, el café, la cocaína, todas las drogas de ida y vuelta, una red de mercancías que llevan esclavitud y traen productos como los caramelos, pero que generan una economía de cuerpos, que me interesa por mis lecturas y mi amistad con Escohotado. Porque la droga se ha tratado en la música popular pero siempre de formas muy banales», explica el cantaor, que señala que en la tradición flamenca hay un «Pregón de los caramelos» de Gabriel Macandé, «que es un megaclásico, y de él existe una versión muy jocosa que casi nadie hace y que es la que me interesaba. Así fui uniendo ideas».
«Outsider» áspero
Para hacer un auténtico disco de ida y vuelta, Contreras no podía grabar en Sevilla. Tenía claro que el disco lo debía hacer con Meridian Brothers, en realidad, Eblis Álvarez, otro heterodoxo como él en su tierra natal, Colombia. Un colombiano fan de Einstürzende Neubaten que estudió electroacústica en Dinamarca, un «outsider» que le ha proporcionado al disco un sonido «áspero, lejos de esas producciones nítidas, limpias, sino algo que nos lleve a un ambiente disonante. Su música me resultaba un poco incómoda y entendí por qué. Algunos ritmos me sonaban cojos... y justo así era el flamenco de los años 20 y 30, cuando los cantaores no afinaban. Hoy en día casi parecen líricos y rítmicamente afinan como una claqueta. Ese flamenco pulcro no me interesa».
Sin embargo, el que escuche el disco, además de llevarse la sensación de disonancia que menciona Niño de Elche se dará cuenta de que hay un estilo «latino» –una cumbia aquí y un vallenato allá– pero no es ese latino internacional que ha sido ya aprobado por EE UU. «Me costó trabajo hacerlo, porque yo odiaba los sonidos esos, no los entendía. Pero también a ellos les sirvió para dejar de lado sus posicionamientos más anti-España que pro-afro, que es algo que es comprensible que sientan pero acabaron reconociendo que tienen mucho más de españoles de lo que se imaginaban. Después me decían: ''¿Cómo vamos a explicarle esto a la gente?''. El caso es que ellos asocian el flamenco con lo español y no lo es: es italiano y es ruso», afirma Contreras.
Ay, el flamenco. «Ese debate ya lo hemos superado y quien no lo haya hecho va un poco por detrás. Después de la ''Antología'' que hice, ya está superado. Es un disco que tiene contenido flamenco, que me inspiro en él, pero que trabaja con un cometido, que es seguir desmitificándolo». ¿En qué sentido? «Por ejemplo, los cantes de ida y vuelta, que siempre han sido mirados despectivamente como cantes menores, y además porque se distingue unos pero en realidad todos o todos los cantes son de ida y vuelta. Los tradicionales no se dan cuenta de que su mirada está siendo destructiva con relación al flamenco. Por eso siempre digo que no hay nada más autodestructivo para el flamenco que el propio flamenco en sí», explica el cantaor, consciente de que no se trata de una provocación, sino de las paradojas de al arte.
«No me tengo que inventar muchas cosas para el que flamenco explote de por sí. Y entonces la petenera es un cante de ida y vuelta y los fandangos también y las cabales y la solea apolá, que son los cantes puros tradicionales, de la baja Andalucía, también. Podemos hablar de todo el papel de los negros y los latinoamericanos en Andalucía, donde se les ha otorgado un lugar de desprecio. Por suerte, en mi generación ya no tenemos reparo en decir que hacemos música española o folclórica, es algo que se hace en Asturias, Castilla, La Mancha, Galicia y País Vasco. Algunos lo hacen con sentido nacionalista, como en Cataluña o el País Vasco, pero no se dan cuenta de que al fin y al cabo están haciendo música española o ibérica o como se le quiera llamar porque hay una relación con lo demás que se retroalimenta. De la misma manera que, siendo todas esas músicas indiscutiblemente españolas, que es una confusión que tienen los nacionalismos, nos lleva a la confusión de los conservadores españoles, que creen en una cosa como aria de lo español, que es justo todo lo contrario: una mezcolanza que nos permite relacionarnos con casi todo», dice Contreras.
Niño de Elche tiene también una historia excitante para la puesta en escena. «Estuve un mes rodando una película en Bolivia. Fue un viaje alucinante que me llevó por montañas a una aldea remota. No recuerdo cómo se llamaba la fiesta pero los mineros hacen una que dura tres días y que sería lo que llamamos aquí una ‘rave’, una cosa muy loca. Es una verbena y se hartan a beber chicha y mascar coca. Hay una especie de performance. Y allí en esa noche de delirio tuve muchas ideas de cómo podría ser el directo de Colombiana. Yo iba a cantar con los mineros una canción que tengo y terminé cantándola pero tuve que estar cuatro o cinco horas bebiendo cerveza y siguiendo el protocolo hasta que me entendieron y me dejaron. Me inspiré en sus cholets y también en los picós colombianos, que son esos aparatos decorados donde pinchan los vinilos con diseños piscodélicos, que son alucinantes y nos llevan a la duda de qué es hortera y qué no lo es. Quiero jugar con iluminaciones como de discoteca de pueblo, hay algo ahí que me interesa mucho. Va con la idea de la suciedad y de lo imperfecto», explica. Lo hortera es en el fondo una cuestión de clase. «Siempre hay algo político subyacente».