El M5E ratifica a Di Maio y cierra en falso la crisis
El terremoto político que dejó las elecciones europeas en el Movimiento 5 Estrellas (M5E) de momento sigue sin dejar víctimas. El líder del partido, Luigi Di Maio, había puesto su cargo a disposición de las bases, que debían decidir si perder la mitad de los votos en un año era motivo suficiente para jubilar al dirigente de 32 años. El voto, que se produjo a través de la plataforma digital del movimiento durante la jornada de ayer, fue benévolo. Di Maio contó con un 80% de los apoyos, por lo que seguirá al frente de la formación. En realidad, el resultado venía marcado por las declaraciones de quienes controlan el aparato. Tanto Beppe Grillo como Davide Casaleggio –hijo de Gianroberto Casaleggio, fundador del partido junto a Grillo– se habían posicionado el día anterior a favor de Di Maio. Solo Casaleggio, propietario del sistema informático, controla quién puede acceder y cuáles son los resultados. De los 4,5 millones de votantes que tuvo M5E en las últimas elecciones, solo 56.000 personas decidieron sobre el futuro de Di Maio. Hubiera sido la primera vez que la máquina se rebelaba contra la decisión de quien la maneja.
El miércoles, tras la toma de posición de la aristocracia del partido, se produjo una reunión con los más de 300 parlamentarios. Y pese a que las críticas ya habían aflorado en público, cuando Di Maio comenzó su discurso fue recibido con una sonora ovación. Sus dirigentes defienden su sistema de decisión como el mejor ejemplo de democracia directa, pero a la hora de ponerlo en práctica se asemeja más al comité central de otros órganos, con la diferencia de que es digital.
La formación está compuesta por distintas corrientes, pero ninguna de sus figuras de calado se ha atrevido a desacreditar al líder. Sí varios de los habituales disidentes, sobre los que se sospecha que hablan por boca de otros. Por ejemplo, la diputada Carla Ruocco, que a la salida de la reunión dijo que «no se puede fingir que no ha pasado nada poniendo en cuestión el liderazgo en el partido, sino que hay que rediseñar toda la estrategia». Ruocco forma parte del círculo más estrecho de Alessandro Di Battista, al que se dirigen todos los focos, aunque él prefiere no hablar de sucesión.
Con un texto en el blog del movimiento, Di Maio desmintió las divisiones y las atribuyó a los ataques de los periodistas. En las mismas líneas, el líder asumió las responsabilidades del fracaso electoral y afirmó que «es el momento de hacer una radiografía, encontrar una organización más adecuada y escuchar a los territorios últimamente abandonados». Millones de votos pasaron del M5E a la Liga en las periferias de las ciudades, donde el partido de Matteo Salvini ha sabido captar un desencanto que un día impulsó a los «grillini». El futuro pasa por que el partido, ahora institucionalizado, vuelva a conectarse con ese electorado. Sin embargo, el politólogo Piero Ignazi cree que «la ratificación de Di Maio no resuelve ningún problema, sino que lo aparca para quien venga después». Según el profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Bolonia, «continuar en el Gobierno siguiendo los dictados de la Liga o forzar unas elecciones en su peor momento es como elegir entre ahorcarse o pegarse un tiro».
Con el partido inmerso en un aparente callejón sin salida, tampoco parece el mejor momento para elegir otro líder. Di Maio deberá manejar las curvas hasta que cambie el momento político y entonces se buscará una nueva figura que tome las riendas. Ayer fue condenado un viceministro de la Liga por un caso de corrupción y desde el M5E, adalides de la honestidad, nadie levantó la voz. Mientras que la próxima semana el Gobierno aprobará por decreto una ley para endurecer la política migratoria, impulsado por Salvini, el M5E continúa adelante por inercia y con un mismo guía.