El primer día del Papa Francisco en Bruselas ha estado monopolizado por la crisis de los abusos sexuales cometidos por miembros de la Iglesia. En todos sus encuentros públicos, en los discursos de saludo, los anfitriones la han mencionado, con tonos no siempre amistosos . Por la mañana lo hicieron el rey Felipe y el primer ministro, el liberal Alexander De Croo, y por la tarde lo hizo el rector de la Katholieke Universiteit Leuven, la antigua Universidad de Lovaina. Francisco visitó las aulas de este centro que cumple 600 años, para dialogar con profesores sobre qué supone ser una institución académica católica y cómo se concreta en la acogida de refugiados. Su rector, Lus Sels, le dijo en su saludo que «la conmoción de los abusos sexuales y la forma en que se trataron, correctamente o no, en el pasado, debilita la autoridad moral con la que la Iglesia puede expresarse en nuestro mundo occidental ». Por eso mismo, le solicitó un «diálogo honesto, comprometido y cordial con las víctimas, reconociendo abiertamente los errores cometidos para restablecer, al menos un poco, la confianza rota». Ese «diálogo honesto» es justo lo que Francisco tenía previsto mantener a última hora del día, en la nunciatura en Bruselas. Se ha tratado de un encuentro con 17 víctimas de abusos , a puerta cerrada. Es el formato habitual que tienen este tipo de encuentros con el Papa, para respetar el derecho a la intimidad de los participantes . Fue el encuentro más largo que el Papa ha mantenido con víctimas en lo que va de pontificado, pues duró unas dos horas. «Los participantes le trasladaron sus historias y su dolor y expresaron sus expectativas respecto al compromiso de la Iglesia contra los abusos», explicó el portavoz del Vaticano. Francisco les escuchó sin prisa para hacerse cargo de sus dramáticas historias , y de la frustración que han experimentado al pedir ayuda y no encontrar respuestas. Por eso, les «agradeció su valentía» y reconoció «vergüenza por lo que habían sufrido de niños a causa de los sacerdotes a los que estaban confiados». Además, «tomó nota» de sus casos para estudiarlos. Por la mañana, en el palacio de Laeken, residencia de los monarcas, el primer ministro en funciones, el liberal Alexander De Croo, le dijo que « hoy no bastan las meras palabras, hay que dar pasos concretos , escuchar a las víctimas, que deben estar en el centro. Tienen derecho a la verdad». «La dignidad humana debe ser lo primero, no los intereses de la institución. Para volver a mirar hacia delante, la Iglesia debe asumir su pasado», continuó. Quizá no se esperaba que el Papa aplaudiera su discurso. Y tampoco, que se apartara del texto que llevaba preparado para reconocer con contundencia que « la Iglesia debe sentir vergüenza por los abusos sexuales , pedir perdón y hacer todo lo posible para que esto no suceda». Entre las 300 personas que le escucharon en el salón, los reyes habían invitado a víctimas de abusos y a un sacerdote muy activo en las denuncias, que le aplaudieron un poco, sin demasiado entusiasmo. Algunas de ellas no entendieron el mensaje. Francisco dijo que «a quienes me dicen que la mayoría de los abusos se da en familias o en barrios, o en ámbito deportivo, respondo que un único caso ya sería motivo suficiente de vergüenza. En la Iglesia debemos avergonzarnos por lo nuestro , y que los otros pidan perdón por su parte». Una víctima llamada Linda entrevistada por medios belgas lo interpretó como justificar que «los abusos ocurren en todas partes». No era esa la intención. Otra víctima entrevistada, Jean-Luc, dijo que las palabras del Papa pidiendo perdón fueron «una buena sorpresa». «No me esperaba que lo hiciera tan pronto. Lo escucho sorprendido y, de alguna forma, reconfortado», dijo a la televisión pública RTBF. Él era uno de los diecisiete que se reunieron a solas con Francisco. Antes de entrar dijo que deseaba «contarle su historia personal» y solicitarle «medidas para que la Iglesia adopte una posición clara acerca de quienes abusan». También antes de ver el Papa, Ann-Sophie, de 44 años, contó que abusaron de ella cuando era menor de edad y no atendieron sus denuncias . «Me siento como si mi familia me rechazara, y el Papa es ya la última posibilidad de que alguien de ella me escuche», aseguró al periódico De Standaard. En 2019, un informe solicitado por los obispos belgas identificó 1.054 abusos cometidos por eclesiásticos, de los que un 73% fueron contra menores. La sociedad belga reprocha a la Iglesia que no atendiera las denuncias de las víctimas y actuara contra los culpables con lentitud y sin contundencia. Los nervios están a flor de piel. Entre las críticas al Papa, hay quien lamenta que en la misa de clausura del viaje, el domingo por la mañana, se rece por los refugiados y por las víctimas del calentamiento global, pero no por las víctimas de abusos . Además, este miércoles fue suprimido el canto final que aparece en los folletos, pues lo ha compuesto el sacerdote Paul Schollaert, fallecido hace 10 días, y acusado de haber abusado de un estudiante en los años 70.
