Antonio Costa pierde los nervios en el cierre de campaña en Portugal

El primer ministro portugués, el socialista Antonio Costa, perdió los nervios en el cierre de la campaña electoral y se encaró con un hombre de avanzada edad. El ciudadano se acercó a él en el céntrico Terreiro do Paço y le recriminó que estaba de vacaciones (y era ciertamente así) el 17 de junio de 2017, cuando un gigantesco incendio mató a 67 personas en la localidad de Pedrógao Grande. Costa se abalanzó sobre el hombre y le dijo «mentira, mentira» visiblemente exaltado. Hasta el punto que los guardias de seguridad tuvieron que intervenir para que la situación no fuese a mayores. Las personas que se encontraban alrededor no daban crédito ante el comportamiento de su máximo mandatario político, enzarzado en un episodio que en nada le beneficia y que retrata que no las tiene todas consigo. Y es que las elecciones legislativas de Portugal llaman a la puerta e ste domingo 6 de octubre con los dos principales partidos, los socialistas del PS y los conservadores del PSD, separados por solo 10 puntos en la intención de voto. Así lo determinan los últimos sondeos publicados, que coinciden abiertamente en alejar el horizonte de la mayoría absoluta para el actual Gobierno. Así las cosas, urge ir pensando en los pactos postelectorales, esa expresión que parece proscrita en España, donde el bloqueo ha desembocado en la convocatoria de nuevas elecciones legislativas para el próximo 10 de noviembre. Desde diciembre de 2015, ha venido funcionando en Portugal la «geringonça» (artilugio), una fórmula en la que los comunistas y el Bloco de Esquerda sustentan al socialismo pero sin encabezar ninguna cartera ministerial ni siquiera reclamarla. Por tanto, no tiene nada que ver con una coalición. Con las encuestas en la mano, el Partido Socialista se quedaría en unos 104 escaños, 12 por debajo del umbral de la mayoría absoluta (116), mientras que el PSD de Rui Rio no sobrepasaría los 85 diputados, aproximadamente. Bloqueo a la española Por eso, a lo largo de esta campaña, el primer ministro Antonio Costa se ha mostrado claro en su análisis al agitar el fantasma de un bloqueo a la española: «Si no conseguimos un resultado contundente, sería incomprensible que Portugal cayera en una situación como la que se vive en España… y sería incomprensible poner en cuestión nuestra estabilidad justo ahora que todos aspiran a reproducir un gobierno a la portuguesa». Lo cierto es que el abanico de posibilidades parece garantizado a los pies de Costa: puede reeditarse la ‘geringonça’, pero la erosión es evidente en su seno porque los comunistas y el Bloco de Esquerda mantienen un diálogo de sordos. Se habla incluso de hipotéticas conversaciones de cara la formación de un bloque central, que se basaría en una cierta sintonía con el PSD de Rui Rio, especialista en atraer al socialismo a sus postulados, tal cual él mismo puso en práctica en Oporto a nivel local. Lo que está claro es que la derecha se planta en esta cita con las urnas bajo el signo de la división, pues han surgido partidos nuevos como Aliança (fundado por el exprimer ministro Santana Lopes) o Chega, liderado por André Ventura en una línea próxima a Vox (de hecho, ambas formaciones han tomado contacto en las últimas semanas). Las elecciones aparecen enmarcadas por dos acontecimientos de corte sentimental en el país vecino: la muerte del histórico Diogo Freitas do Amaral, cuya capilla ardiente se instala en Cascais este sábado 5 de octubre, y la conmemoración de los 20 años de la muerte de Amália Rodrigues, verdadera sacerdotisa espiritual de los portugueses como la gran reina del fado que fue.