No es Marlaska, es el Gobierno
El ministro del Interior es el primer responsable político de lo ocurrido en Barbate. La temeraria desactivación del OCON (Organismo de Coordinación de Operaciones contra el Narcotráfico) y la falta de dotación de medios suficientes para que la Guardia Civil pueda combatir con garantías al narco exige su inmediata dimisión. O así sería en cualquier Ejecutivo que cumpliera con unos mínimos estándares de responsabilidad y diligencia. A Grande-Marlaska le hemos visto aferrarse al cargo crisis tras crisis y el presidente del Gobierno jamás ha considerado oportuno relevarlo. Por este motivo, y una vez constatada la incapacidad del ministro para asumir su desastrosa gestión, es Pedro Sánchez quien pasa a ostentar una responsabilidad compartida por una colección de negligencias que son ya imposibles de soslayar. La responsabilidad del presidente y de otros miembros de su Gobierno trasciende, sin embargo, al mero sostén del ministro del Interior. Pilar Alegría, por ejemplo, ha afirmado este martes que Grande-Marlaska ha acreditado «una trayectoria y un trabajo fuera de toda discusión». Bien está constatar el grado de autoexigencia del Consejo de Ministros cuando se emplean esas palabras para referirse al titular de Interior que, recordemos, ha sido incluso reprobado en el Congreso de los Diputados. El apoyo a Marlaska no es una excepción ni un accidente. Este cierre de filas constituye un ejercicio de coherencia con el proceder de un Ejecutivo que de forma conjunta está demostrando una nula capacidad para rendir cuentas tras el cruel asesinato de dos guardias civiles que protegían nuestras costas del narcotráfico. Una muestra de la insensibilidad radical de los socialistas la encontramos en el Parlamento de Cataluña, donde el PSC se mostró incapaz de apoyar en el minuto de silencio promovido por Ciudadanos en memoria de los agentes asesinados. Este gesto delata una falta de humanidad que debería alertarnos de hasta qué punto la ceguera ideológica puede acabar destruyendo los consensos éticos más elementales. Una de las explicaciones más inverosímiles que se escucharon por parte de quienes decidieron no participar en este homenaje simbólico es que el asesinato de los guardias civiles en Barbate es algo ajeno a Cataluña, siendo uno de los fallecidos, precisamente, catalán. La falta de pudor con la que el nacionalismo secesionista suspende su interés sobre asuntos que comprometen al conjunto de la nación era, lamentablemente, por todos conocida. No deja de impactar, sin embargo, que el PSC y el PSOE cada vez resulten más indistinguibles de sus socios. Estas conductas encajan de forma coherente con el proceder del propio Pedro Sánchez. El presidente del Gobierno no ha sido capaz de trasladarse a Barbate ni de asistir a las capillas ardientes o funerales de los guardias civiles. En lugar de eso, Sánchez prefirió pasearse sonriente por la gala de los Goya llegando a exhibir, en las últimas horas, una actitud irresponsablemente frívola en redes que es incompatible con el momento de conmoción que está viviendo España y más específicamente la zona del Estrecho. Aunque ya nada sorprende, no podemos permitirnos dejar de reaccionar ante excesos semejantes. No sólo Grande-Marlaska ha evidenciado su incapacidad, sino que el propio presidente del Gobierno ha demostrado no estar a la altura de la circunstancia. Intentar sostener a un ministro absolutamente desacreditado es sólo la mitad de su falta ya que, en lo que atañe a sus propias maneras personales, Pedro Sánchez está demostrando una insensibilidad y una cobardía desconocidas incluso para sus propios estándares.