Madrid, ir y volver
Conquistar Madrid, esa obsesión de tantos escritores, por encima incluso de escribir bien. Madrid, se conquista en AVE, yendo y volviendo, con escaramuzas puntuales. Madrid y sus dimensiones de burro grande. 'Madrid, ¡qué bien tu nombre suena!', pero de lejos. A Madrid hay que ir con billete de ida y vuelta porque lo interesante de Madrid es sobre todo la idea. Como Delibes, que tuvo el mérito de haberse hecho fuerte en esta esquina del mapa porque cualquier otro lugar que no sea Madrid es una esquina y él eligió Valladolid contra todas las tentaciones. Incluso cuando le ofrecieron dirigir 'El País'… y qué distinto habría sido todo. Con Delibes mato yo los ratos en los que me iría a vivir a Madrid. Delibes se salvó de la bohemia y me salvó a mí cuando empecé a escribir y se me pasó por la cabeza. Madrid es hacerse un nombre, más que un hombre. «Si empiezas Madrid en metro, te hundes», me dijo hace años Raúl del Pozo porque llegué tarde a comer. «Yo no tenía dinero ni para pagar las pensiones cuando vine a esta ciudad, de alguna dejé la cuenta a deber, pero nunca fui en metro». Pero claro, Raúl, entonces y sin nada, ya apuntaba a maestro de periodistas. Y Delibes en Valladolid, pero a Delibes yo lo traté muy poco. Era un elemento más del paisaje de Valladolid, como la torre de La Antigua o los pavos reales del Campo Grande. Como si llevase toda la vida ahí. Lo conocí una tarde que yo estaba en primaria, cerca de Fuente Dorada. Resultó tan huraño como él mismo confesaba. Le conté que nunca había leído nada suyo y aquello le sacó una carcajada. Después le expliqué que en un examen del colegio sobre El Quijote una chica de clase contestó que lo había escrito Miguel Delibes y eso sí le hizo más gracia. «Me habría gustado, aunque el libro habría sido mucho peor. Yo sí que me hubiese acordado del lugar del que partió y eso es un problema. Lo que no me habría hecho gracia es ser manco… Pero escribir el Quijote bien vale un brazo». Y siguió recorriendo Valladolid. Madrid, en cambio, es pensar que los libros se escriben solos y el problema es darse cuenta de que no cuando ya se está allí. Miguel Delibes como un Quijote, pero de Castilla La Vieja. A Homero tampoco le hizo falta irse a Madrid para convertirse en un clásico. Se conquista Madrid yendo y viniendo. Un día gana uno el Premio Cavia, se pone un esmoquin, lo recoge y se vuelve. Madrid se conquista en tardes sueltas y sobre todo escribiendo mucho y bien. Cuando muera ya tendré tiempo de ir con calma a Madrid.