La palabra imaginada (13): Para Alberto Sánchez
Soneto imperfecto Me he tendido en la tierra, a la tormenta de mineral sangrando, los olivos reverberan mi voz de tantos vivos corazones anónimos. Me alienta un fulgor vegetal, música lenta de savia desbocada, los olivos cruzan de amor de barro tantos vivos corazones del campo que calientan un corazón frugal y calcinado de haber lamido el sapo y la culebra, de haber bebido mucho, haber amado la lluvia que olivea y que celebra un corazón de vuelta, trastornado a las cinco del alba, como hierba. Sin título (Mujer sentada) Museo de Arte Contemporáneo. Toledo Porque en mi cuerpo nacen madrigueras de conejos y liebres hasta el río. Porque en la noche salen esos perros de la noche intratable salvo el paso que adelanto a sus dientes de resina. Porque soy el olor que alzan los toros cabeceando al aire de las hembras y con sus heces rojas me permito enarbolar aromas prodigiosos. Porque me baño y seco como un pájaro y el viento me acuchilla y me convence de mi loco apetito por ser hombre. Reconozco el idioma de las cabras y reconozco el polen de las vides, lo que dicen de mí fosforescentes calizas que prefieren salamandras. «Y es que si en otras tierras mi amor se distrajera, también en esas tierras os seguiría amando «