La 'guerra santa' del Kremlin contra Ucrania
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La Iglesia Ortodoxa Rusa ha dado un respaldo ideológico a la invasión.
La idea de una "guerra santa" en Europa puede parecer un retroceso a siglos pasados. Sin embargo, así es como la Iglesia Ortodoxa Rusa, y su cabeza, el Patriarca Kirill de Moscú, han retratado la invasión rusa de Ucrania. El Patriarca Kirill ha encabezado oraciones por los soldados rusos que luchan por lo que él llama la "verdadera independencia" de Rusia, y se ha hecho eco de la narrativa del Kremlin de que Moscú está luchando para defenderse de enemigos externos pecaminosos; los sacerdotes disidentes han sido denunciados.
Este comportamiento no sólo muestra cómo la Iglesia y el Estado se han entrelazado en la Rusia de Vladimir Putin, sino que también es importante para comprender las motivaciones de la invasión de Ucrania por parte de Moscú, y lo mucho que se cree está en juego.
Aunque no forma parte formalmente de ella, la Iglesia Ortodoxa Rusa se ha convertido en un pilar de facto del régimen autocrático de Putin. Después de haber sido reprimida durante décadas bajo el comunismo, la Iglesia ha formado un curioso vínculo con los descendientes de los servicios de inteligencia soviéticos que solían ser sus perseguidores. A cambio, ha sido bien recompensada, con privilegios para su alta jerarquía y la construcción de miles de nuevas iglesias.
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El vínculo va más allá de simplemente respaldar las acciones y la narrativa del Kremlin. El supuesto papel de la Iglesia de Moscú como defensora de los valores "tradicionales" frente a un Occidente decadente es un elemento clave del nacionalismo ruso de Putin. Entre sus ricos patrocinadores se encuentran varios "oligarcas ortodoxos" y descendientes de rusos blancos que huyeron al extranjero tras la Revolución de 1917.
La cúpula de la iglesia ha consentido la creación por parte de Putin de una ideología que fusiona el respeto por el pasado zarista y ortodoxo de Rusia con la reverencia por la derrota soviética del fascismo en la Segunda Guerra Mundial. Esto se personifica en la Catedral Principal de las Fuerzas Armadas Rusas, a 40 millas (64,3 kiómetros) al oeste de Moscú, inaugurada en 2020.
Este pensamiento presenta la "operación militar especial" de Ucrania también como algo sagrado, ya que se propuso recuperar Kiev, la cuna de la ortodoxia cuando el cristianismo fue llevado al Rus de Kiev en el Siglo X.
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Rusia supervisó la iglesia ortodoxa en Ucrania hasta 2019, cuando una nueva iglesia ortodoxa ucraniana independiente se separó. El líder espiritual de la Iglesia Ortodoxa Oriental, el Patriarca Ecuménico Bartolomé de Constantinopla, le concedió el reconocimiento. El objetivo de la guerra era curar este cisma, que Moscú consideraba una maniobra orquestada por Estados Unidos para socavar la ortodoxia y la visión de Putin de unir a los rusoparlantes fuera de sus fronteras en un "mundo ruso".
Pero al igual que el abrazo militar de Putin a los ucranianos abrirá una brecha de varias generaciones entre los dos pueblos, la guerra también está separando aún más a las iglesias ortodoxas dirigidas por Moscú y Kiev. La mayoría de las parroquias de Ucrania decidieron seguir sujetas al Patriarca Kirill incluso después de 2019: unas 12.000, o alrededor de un tercio de todas las parroquias bajo el control de Moscú. Ahora, muchos de los partidarios clericales de Moscú en Ucrania están dejando al Patriarca Kirill fuera de sus oraciones. Cientos de sacerdotes ucranianos que siguen siendo formalmente miembros de la iglesia moscovita han pedido que el Patriarca sea juzgado por un raro Tribunal Eclesiástico por bendecir la guerra.
Lord Rowan Williams, exarzobispo de Canterbury, que visitó Ucrania la semana pasada con otros líderes religiosos, ha dicho que hay un "caso fuerte" para expulsar a la iglesia rusa del Consejo Mundial de Iglesias, a menos que el Patriarca Kirill condene el asesinato de miembros de su "propio rebaño". Aunque puede haber argumentos morales para tal medida, es poco probable que cambie el cálculo del Kremlin. De hecho, sólo podría alimentar la mentalidad de asedio de Moscú, y la narrativa de que está involucrado en una guerra religiosa justa.