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Dicen que tuvo un piso en las alturas. Dicen que quizá se cruzó con Princesa (sic) por Gran Vía. Que por ese Madrid pasaban los niños alucinados y los madrileños bocabiertos porque ésa era nuestra época. La del Chester hasta la madrugada por la zona de Argüelles, y la del escritor solo, trastabillando suelos, hasta que daba con la pensión o la casa. Yo sé, en mi conquista de Madrid, que a esta sala le cambiaban el nombre cada poco tiempo. Faltaban años para que sacaran la canción de 'Lady Madrid', pero le dimos esa canción a estos tiempos. Por esas cosas de la memoria, que sublima.
Pero yo, cada fin de semana, subía en esos carromatos que renqueaban en Despeñaperros para ver mi ciudad. Y la ciudad era, en principio, lo de Abroñigal centelleando a un sol criminal. Y recuerdo que era abril y había que ir a la Calle de Toledo; pero también era noviembre y era Madrid y había que buscar el beso helado de Marta, de Clara. Plaza de Oriente y @pinchinn nos tiró la foto.
De esa época de mis tentantivas en Madrid guardo una foto al lado de quien, andando los años, se haría un Coloso cercano: Pepe Domingo Castaño. El madrileño alucinado que era yo seguía, semana a semana, perdiendo el acento y cada vez vistiendo mejor. Como algo hacía en radio, tenía carnet de periodista, y así se colaba en los saraos nocturnos. Hay que imaginarme: traje ceñido y ganas de comerme la Ciudad.
Y la Ciudad me daba eso: esperanzas que supe que no eran tan falsas. Y una tía con la que entré a la prisa en aquel bus que nos llevaba al nivel del mar.
Hoy escribo de hace, lo menos, veinte años. En el eso va el vivir en la ciudad.