Del crimen «perfecto» en Patraix al último abrazo de Maje
Nueve personas anónimas respondieron, en apenas seis horas, a una pregunta sin respuesta desde hace tres años. El veredicto unánime del jurado popular, hecho público este viernes tras once sesiones de juicio, resuelve las incógnitas de un crimen que ha adquirido una dimensión extraordinaria y ha traspasado la barrera de lo local por sus tintes de novela negra.
María Jesús Moreno, conocida como Maje, planeó el asesinato de su marido y acordó con su examante, Salvador Rodrigo, que éste mataría al ingeniero con un cuchillo, sorprendiéndole en su garaje del barrio de Patraix de Valencia la mañana del 16 de agosto de 2017. Para ello, la viuda le dio información «precisa» sobre la plaza, la marca y la matrícula del vehículo de su esposo.
Pero lo más importante y motivo de enfrentamiento entre los dos acusados durante todo este tiempo: el jurado considera probado que Maje le entregó a Salva las llaves del único acceso al aparcamiento, exclusivamente, para que asestara las seis puñaladas que terminaron con la vida de Antonio Navarro.
Un lugar –subterráneo y escondido– y una fecha –en plenas vacaciones– que hasta el propio fiscal definió como «inteligentes» para cometer el asesinato perfecto. Pero todo se torció en las horas posteriores, después de que un vecino hallara el cadáver.
La acusada, pese a que en un primer momento dijo que sí que había planeado con su examante darle «un susto» a su marido, ha mantenido después que solo encubrió el asesinato y que supo del plan de su examante cuando ya se había ejecutado.
Sin embargo, Salvador fue tajante: Maje le insistió y lo convenció para librarse de Antonio con el pretexto de ser una mujer maltratada, extremo que ha quedado desacreditado en el juicio. Ambos se vieron en casa de la hermana de Maje horas después del macabro suceso. Lo que ocurrió allí solo lo saben ellos, pero en base a sus declaraciones ante el juez se sabe que ella nunca le recriminó los hechos.
Los juicios paralelos
La conducta de enamoramiento y sumisión de Salva –veinte años mayor que ella– respecto a Maje desde que ambos se conocieran trabajando en el mismo hospital en 2015 –un año antes de que ella se casara con el fallecido– y las diferentes relaciones extramatrimoniales de la viuda han estado orbitando durante toda la vista oral. De Maje, además, se ha dicho –en palabras del letrado de la acusación particular– que era «manipuladora, mentirosa y malvada».
Que una mujer sea «infiel, sin más», como ella misma reconoció ante el juez, no la convierte en sospechosa. Tampoco los «juicios morales y sexuales» paralelos que ha sufrido y que su defensa ha esgrimido en varias ocasiones. Sus cambios de declaración y las conversaciones telefónicas que mantuvo durante los meses siguientes con el acusado, sí. De hecho, han sido clave para componer el puzle.
El grupo de Homicidios que llevó el caso ha puesto de relieve la «doble cara» de Maje días después de enterrar a su marido: tan pronto se mostraba como una viuda desconsolada sin ganas de vivir, que como una mujer liberada de una carga.
En noviembre de 2017, con la aparición de Salvador en la ecuación a través de las extensas charlas que ambos mantenían desde cuatro días antes del crimen con un móvil del que la Policía no tenía constancia, todo dio un vuelco. La frase «Al final te vas a alejar de mí, porque yo siempre te lo voy a recordar» sentenció, de alguna manera, el futuro de los dos sanitarios.
Al verse cercados por los agentes dieron varios pasos en falso en busca de una coartada conjunta que precipitaron su detención en enero de 2018. Salva se autoinculpó en todo momento para proteger a Maje y llevó a la Policía hasta el pozo de una finca de Riba-roja en la que había arrojado el arma del crimen, motivo por el que su abogada pide atenuantes en su condena. Más tarde, la incriminaría porque su hija –él también estaba casado– le pidió que contara la verdad. Esa confrontación de versiones acabó con su relación y con las cartas de amor que se intercambiaban también en la cárcel.
Sobre el papel no ha quedado claro que hubiera un móvil para el crimen, aunque como han apuntado las partes en la vista, el asesinato tenía consecuencias para la vida de los acusados. En el caso de Salva, le abría la puerta a un futuro más cerca de Maje, mientras que a ella se le presentaba la posibilidad de disfrutar de una pensión de viudedad de más de mil euros, cobrar un seguro de vida y tener en propiedad el piso que la pareja había adquirido al casarse.
Son las conclusiones que dejan tres años de investigación y tres semanas de juicio con los más de medio centenar de testimonios que se han podido escuchar estos días en la sala Tirant de la Ciudad de la Justicia de Valencia.
Los dos acusados –internos en la prisión de Picassent desde que fueron arrestados- esperan ahora la sentencia del juez, tras mostrarse arrepentidos de sus actos. Maje se enfrenta a una pena de hasta 25 años de cárcel, mientras en el caso de Salva se solicita un máximo de 18 años entre rejas.
Este viernes, tras conocer el fallo del jurado, la defensa de María Jesús –que recurrirá el veredicto– preguntó al juez si su representada podía dar un abrazo a sus padres, presentes en la sala. Con ese gesto se cerró una historia trágica que ha marcado para siempre la crónica negra de este país.