Tapabocas o taparrabos
Ayer se perdió la hija de unos extranjeros durante unos minutos y después apareció. Si yo hubiese sido ella, viendo las pintas del padre -que era un Elvis que había llegado a viejo-, habría seguido pedaleando con la bici hasta encontrar un convento. Da igual que tuviera ocho o nueve años. Así está el verano de raro. Están los guiris de todos los años, quemados como todos los veranos y sin mascarilla, para variar. Si fuera por Europa nos iríamos a tomar por culo pasado mañana. Ni alemanes, ni ingleses, ni suizos, ni franceses con mascarilla. El rebrote es europeo y no el de los pobres temporeros que andan ganándose la vida a duras penas en Lérida. Después dirán de los PIGS, y que si los españoles...
Así iba mi semana en San Sebastián con el paseo de La Concha atestado de vascos y extranjeros sin mascarilla ni distancia de seguridad desde la hora de desayunar. ¡Lo raro era ver una sola mascarilla, palabra! Y pensaba en que esta gente, toda la que veía, estaba por civilizar. Como para encomendarles sus almas a los jesuitas para que, aparte de enseñarles a leer y a rezar, les enseñaran lo que es una mascarilla. Aquí hacían falta. Y más arriba, donde empieza el Algarve francés que es Biarritz - o Monaco sin Grace-. Allí parece que la vida pasa sin que hayan oído que el mundo lo ha asolado una pandemia y que en España han muerto 40.000 personas, de momento. Allí paz mientras pasan riadas de guiris descalzos y sin mascarilla como si nada.
Evangelizar europeos para que lleven mascarilla es más peligroso que aquellas tribus a las que civilizaron los jesuitas más arriba del Iguazú. Europa ya no es la civilización, son los restos de algo que otrora fuera civilizado.
Y de repente, como si me hubiera despertado en otra vida, ayer jueves todo el mundo iba embozado. No quedaba nadie en la calle sin mascarilla. Y me da por pensar que si no había escasez de tapabocas y todos ven el telediario como para enterarse de que Urkullu las hizo obligatorias, lo que falta es respeto a los demás. Lo que queda de la civilización es el imperio de ley... y sólo a ratos.
En Castilla y León desde el sábado son obligatorias, aunque andábamos desde hace tiempo bastante más civilizados. Manda narices tanto cosmopaletismo insolidario, cuando en La Mudarra hasta la señora Adelina, que tiene años de sobra como para que le dé igual todo, sale al poyete desde hace mes y medio con la mascarilla cada tarde.