El gurú de Sánchez, de charla con Casado en plenas negociaciones entre el PSOE y ERC

Los ecos del discurso en catalán pronunciado por la Princesa de Asturias el pasado mes de noviembre en Barcelona volvieron a resonar ayer en el Congreso. Meritxell Batet, acompañada en la conmemoración de la Constitución por sus dos hijas, recordó algunas de las ideas defendidas por la Heredera encomiando que «no existe mejor compromiso constitucional que esa conciencia del trabajo por hacer efectivos los principios constitucionales». Fue una de las muchas frases que dejó el 41 aniversario de la Carta Magna. Otra fue la pronunciada por el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, que estuvo comentando en los corrillos que el independentismo va a aplicar al resto de España «el 155 pero al revés». «Van a decidir quién es el presidente del Gobierno, durante cuánto tiempo y con qué condiciones», apostó. A la entrada del Palacio del Congreso, donde se ubican el hemiciclo y el salón de Pasos Perdidos, en el que tuvo lugar la celebración, se instaló una carpa para que los políticos atendieran a los medios. Había allí tres banderas de España que fueron retiradas porque se caían al estar el suelo desnivelado. Un escenario que terminó cerrado al público porque, literalmente, la superficie de madera se quebró. Llamó la atención la larga conversación que mantuvo Casado con el jefe de Gabinete de Pedro Sánchez, Iván Redondo. Lo hacían de forma distendida pero con aparente trascendencia, sin que nadie los molestase, en el pasillo lateral anexo al salón de Pasos Perdidos. Discretos al principio, no tardaron en acaparar la atención. Hasta que Félix Bolaños, secretario general de la Presidencia del Gobierno, y María Pelayo, directora de Comunicación del PP, tuvieron que terciar para fomentar la disolución de la conversación. «Tranquilos, están hablando de fútbol». «Somos amigos desde hace mucho tiempo», replicó Casado. PP y PSOE están lejos. Muy lejos. Pero el sistema sobrevive en espontáneas conversaciones de moqueta. Casado protagonizó otra de las conversaciones miradas con lupa. Se recorrió el salón, abarrotado, en búsqueda de Inés Arrimadas. La encontró en una esquina, conversando con periodistas, y consiguió apartarla para intercambiar impresiones. Ninguno quiso desvelar detalles, pero Arrimadas bromeó al decir que no habían tratado la supuesta «absorción» de Cs por el PP. Algo descartado de pleno por los liberales. Rieron juntos Arrimadas, Pablo Iglesias e Iván Espinosa de los Monteros. Tampoco trascendió el chascarrillo, pero uno de los curiosos que se acercó a preguntar al portavoz de Vox obtuvo explicación: «Entre gente sin complejos es fácil entenderse». Adriana Lastra acudió en silla de ruedas, tras su caída en la constitución de las Cortes, e Isabel Celaá, despistada, no saludó a la nueva presidenta del Senado, Pilar Llop. La mala relación política que últimamente mantienen el Partido Popular y Vox no se trasladó a las relaciones personales entre sus dirigentes políticos. En la recepción de ayer, el portavoz del partido de Abascal, Iván Espinosa de los Monteros, estuvo un rato charlando distendidamente con Javier Maroto, portavoz de los populares en el Senado, e incluso comentaron la posibilidad de organizar un encuentro. A la charla se unió el secretario general del PP, Teodoro García Egea. Pablo Iglesias y los suyos, con la misma prisa que cerraron el preacuerdo para un gobierno de coalición con Sánchez, se retiraron antes de que se sirviese el segundo canapé.