En el momento de perpetrar este texto, la Asociación de la Prensa no ha sacado todavía un comunicado sobre algo que excede el derecho a la información y deja la dignidad periodística en una situación de serio menoscabo.
Me refiero al triste fenómeno de los reporteros escarchados. Esos periodistas a los que mandan a lo alto de un cerro cada vez que hay ola de frío.
Sucede todos los años, pero esta vez, no sé el motivo, está doliendo más. Caen las temperaturas, llegan las heladas y todas las televisiones mandan a sus reporteros a entrevistar al vendaval, a sacarle unas palabras al nevazo, a ponerle un canutazo al frío. Quieren dar la exclusiva de la primera nieve, que siempre cae en Piedrafita do Cebeiro, como algo entre el Gordo de la Navidad y el posado de la Obregón.
Los demás lo disfrutamos en casa mientras nos comemos la sopa. Obtenemos un gran placer al ver a los periodistas, como ante las puertas de Cantora, esperando la conexión para contarnos un frío que por otra parte ya conocemos. Ahora ni siquiera conectan de modo inmediato: dividen la pantalla y presumen de despliegue mientras ellos aguardan tiritando como en Stalingrado.
Es un frío que además no pueden expresar porque el vocabulario que sería necesario está prohibido. ¿Qué hacen entonces? ¡Lo muestran con la cara! Y las caras son un poema: un reportero de TVE tenía hielo en las cejas y la nieve se le iba acumulando sobre el micrófono; de una periodista de La Sexta solo se veía una melena en posición horizontal.
El abnegado periodista, además, no tiene, como en verano, la posibilidad de la entrevista playera ni el socorrido –aunque cada vez más cuestionable– plano de la bañista. Hay poca gente para hablar en esos sitios, y la que hay suele ser de muy pocas palabras.
Consistimos en el fútbol, la tertulia, el chisme y el tiempo. Las televisiones autonómicas existen para informarle a la gente del tiempo que hace en su pueblo y el tiempo es, por ejemplo, lo único que Losantos da por las mañanas de forma serena y sin motes. Al frío se le respeta. ¡Al frío no se le dice comunista!
Es algo misterioso el frío, lo último que nos queda del pasado. Las teles lo saben y cada año envían más enviados especiales a la rasca.