El lobo en la sierra de Madrid
Que a escasos cien kilómetros de una de las ciudades más pobladas de Europa, rodeada de grandes cinturones industriales, subsista el lobo ibérico y sea capaz de criar es una buena noticia, aunque solo sea porque nos habla de la buena salud ambiental de las sierras del norte de Madrid, en general, y del gran Parque Nacional del Guadarrama, en particular. Por cierto, y dicho sea de paso, gran parte del éxito se debe a los vecinos de aquellos pagos, que a lo largo del tiempo y la vicisitudes han conseguido mantener los montes y prados casi pristinos. También, a las manos que repoblaron de árboles las sierras peladas. La cruz, sin embargo, está en la despoblación humana de unas comarcas que apenas tienen veinte habitantes por kilómetro cuadrado y que, bajo la irresistible atracción del imán de Madrid, han visto marchar a sus jóvenes generaciones. A lomos de la despoblación, hace ya varias décadas que el lobo cruzó el río Duero para reclamar sus viejos territorios de cría. Protegidos por la leyes y sin más antagonista que el hombre, pero, ahora, en forma del automovilista que les atropella, se han ido expandiendo y es seguro que han cruzado la frontera del Tajo, hacia las sierras de Cuenca. En Madrid, se han detectado, al menos, tres manadas de lobos, aunque parece que solo una vive y se reproduce en la región. Las otras dos, incluso, una posible cuarta, se desenvuelven a caballo entre Madrid, Ávila y Segovia.