Fernando Plaza deja su nombre en Las Ventas
Las Ventas. Seis novillos de Montealto, bien presentados aun con ciertas desigualdades de hechuras y caras, mansitos pero muy manejables en líneas generales, sobre todo el extraordinario primero. Los únicos que desentonaron, el insulso segundo y el descastadísimo quinto.
Pablo Mora, de verde hoja y oro: dos pinchazos, estocada muy atravesada que hace guardia y cinco descabellos (silencio tras dos avisos); estocada desprendida y cuatro descabellos (silencio tras aviso).
Diego San Román, de gris perla y oro: pinchazo y metisaca en los bajos (silencio); estocada (silencio).
Fernando Plaza, de malva y oro: estocada trasera y desprendida (ovación tras petición y dos avisos); pinchazo y estocada (vuelta al ruedo tras petición).
En la enfermería fue asistido Pablo Mora de: «herida en cara palmar de la mano derecha, de pronóstico leve». La plaza registró una muy pobre entrada, con menos de un cuarto del aforo cubierto, por debajo de la cifra oficial de 4.874 espectadores dado por la empresa.
El novillero Fernando Plaza demostró hoy en Madrid que, a pesar de no llevar ni cinco paseíllos desde que debutó con caballos el año pasado, tiene un gran futuro por delante; y lo enseñó con dos faenas que no dejaron a nadie indiferente, a pesar de no tocar pelo de ninguno de sus oponentes de una muy manejable novillada de Montealto.
La solemnidad en sus formas, la quietud, la manera de estar en el ruedo y lo bien que le funciona la cabeza fueron claves para aprovechar magníficamente bien y potenciar las virtudes de su primero, un novillo mansito, un punto quedado, pero con movilidad, y que en sus manos pareció mucho mejor de lo que fue. Y es que Plaza supo darle los tiempos precisos, el sitio perfecto y la distancia adecuada para torearlo de maravilla por los dos pitones, amén de los dos pecho, de pitón a rabo, simplemente cumbres. Es verdad que no fue faena rotunda, pero lo que hizo fue suficiente para convencer a la exigente parroquia madrileña. Y para demostrar que lo suyo no es fruto de la casualidad, con el sexto volvió a estar sensacional. Esa manera de ponerse, de hacer los cites tan «atalavantados», de torear con media muleta, muy reunido, sin trampas ni alharacas, con tremendo valor. Lástima que el novillo se apagara demasiado pronto para haber dado continuidad el inicio de rodillas tan prometedor que había firmado. Pero hay veces que los meros detalles de calidad son los que valen, como algunos de los muletazos que pegó Plaza, que, aun sin tocar tampoco pelo de éste, evidenció, sin duda, que hay torero a la vista. El próximo día 20 vuelve a Madrid. Ahí queda eso.