Se habla siempre de la falta de liderazgo en el circuito femenino, pero ahí está Ashleigh Barty, de 25 años, número 1, finalista en el Mutua Madrid Open por primera vez en sus tres participaciones. Acabó con el cuento maravilloso que estaba escribiendo Paula Badosa en la Caja Mágica (6-4 y 6-3) porque es la australiana una tenista de múltiples aristas, capaz de adaptarse a cualquier estrategia y romper con facilidad la de la contraria.
Así lo hizo con Badosa, exponiendo sus mil recursos con golpes cortados para romper ritmos, inteligencia para encontrar la manera de hacer daño, un saque descomunal, mano de artista para firmar dejadas concluyentes. Una tenista todoterreno, campeona de Roland Garros 2019, año en el que se encaramó al liderato de la WTA y en el que puede permanecer un buen rato. Ayer logró su decimosexta victoria en tierra consecutiva, y aunque pasó casi un año sin competir (febrero 2020-enero 2021) en este curso ya dio mordiscos en Yarra Valley, Miami y Stuttgart.
«Creces con cada partido que juegas, sin duda, porque es una oportunidad de hacer crear algo diferente y rectificar los errores que cometiste el día anterior. Todo eso enseña», admite la número 1, a rebosar de confianza en un año fantástico, cuarta final en apenas cinco meses. «Creo que la confianza viene de los entrenamientos y la preparación. El partido es la oportunidad que tienes de poner en práctica lo que has hecho. Porque cada partido es diferentes, cada rival es distinta, hay muchas variacles y es un reto. Tienes que tener lo mejor de ti sin importar la superficie, si llueve, si hace viento o hace frío.
