Este es el aspecto al microscopio de los nanoplásticos del mar o que bebes en el agua

Los nanoplásticos son tan pequeños que pueden pasar a través de los intestinos y los pulmones directamente al torrente sanguíneo y desde a órganos como el corazón y el cerebro.

Los microplásticos y nanoplásticos están por todas partes, aunque no los veamos. Las diminutas partículas de este material, producto de la actividad humana, han aparecido entre el hielo marino de la Antártida, dentro de las entrañas de animales que habitan las fosas oceánicas más profundas y, desde luego, en forma microscópica de nanoplástico en el agua que bebemos. Tanto en la del grifo (según un estudio de la red de varias ciudades españolas) como en la embotellada.

Recientemente, un estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences ha confirmado mediante una técnica de láser que hay nanoplásticos hasta 100 veces más pequeños de lo que se estimaba anteriormente en el agua de botella, en una proporción de 240.000 fragmentos invisibles por cada litro, conforme a un trabajo de las Universidades de Columbia y Rutgers (EE.UU.) sobre muestras de supermercados estadounidenses.

Hay una media de 240.000 fragmentos de microplásticos por litro de aguas embotelladas analizadas en EE.UU.

Un estudio de 2018 detectó un promedio de 325 partículas por litro; estudios posteriores multiplicaron ese número varias veces. Se podría pensar que esos nanoplásticos pasan al agua desde la propia botella; y seguramente sea así, pero los fragmentos aparecen en aguas de todo el mundo.

Desde la Universitat Rovira i Virgili, la profesora Nora Expósito Lorenzo (ajena a este trabajo) explica que, conforme a su experiencia investigadora y los datos conocidos, ”las principales fuentes son de origen terrestre”. Es decir, los cauces y mares se llenan de microplásticos –que se fragmentan en nanoplásticos– por el alcantarillado. “La presión urbana e industrial y la inadecuada gestión de residuos, especialmente en la época de temporada turística alta”, son los factores clave.

En la costa mediterránea, en particular, “debemos prestar atención a los dos. Debido a la actividad económica y la rentabilidad de la producción de plástico, la producción de pellets es elevada”. Y el riesgo se multiplica, como demuestra el vertido que ha afectado a la costa de Galicia y el Cantábrico. Y como muestran las cifras de la UE: hasta 160.000 toneladas anuales de microplásticos se pierden anualmente en vertidos en territorio comunitario.

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Datos

160.000 toneladas vertidas al año: la falta de normativa y la picaresca diluyen la responsabilidad de los ‘pellets’ plásticos

Millones de toneladas de nanoplásticos del agua oceánica, al microscopio

Los microplásticos se definen como fragmentos que van desde 5 milímetros hasta 1 micrómetro, que es una millonésima parte de un metro (un cabello humano mide aproximadamente 70 micrómetros de ancho). Los nanoplásticos, que son partículas de menos de 1 micrómetro o 1.000 nanómetros, se miden en milmillonésimas de metro.

En otro trabajo, publicado esta semana en Science Advances, un equipo de la agencia meteorológica y oceánica estadounidense y de la Fundación Nacional para la Ciencia ha mostrado el aspecto que presentan las aguas de seis puntos de los océanos Atlántico y Pacífico al microscopio mediante una técnica conocida como SSBD: están cargadas de microplásticos y nanoplásticos, destacando entre todos las fibras de nailon procedentes de artes de pesca. Según algunos cálculos, estas tardan no menos de 500 años en descomponerse una vez se pierden en el mar.

En aguas de Long Beach, en California, destacan los restos de tereftalato de polietileno (PET, típicos de botellas), delatándose la actividad humana recreativa, aunque realmente los microplásticos terminan viajando por todos los mares, incluso lejos de donde se producen. En las muestras tomadas en el golfo de México se observan importantes cantidades de nanoplásticos de poliestireno. Pero los investigadores destacan en su trabajo que “inesperadamente, los nanoplásticos de PET también se encuentran en muestras de agua del golfo de México que se recolectan a 311 m de profundidad bajo la superficie del agua”.

La Asociación Internacional de Agua Embotellada ha respondido en un comunicado que “actualmente faltan métodos de medición normalizados y no hay consenso científico sobre las posibles repercusiones para la salud de las partículas nanoplásticas y microplásticas. Por lo tanto, los informes de los medios de comunicación sobre estas partículas en el agua potable no hacen más que asustar innecesariamente a los consumidores«.

Incertidumbre sobre las cantidades que pueden considerarse tóxicas o peligrosas

“Los veamos o no, están ahí fuera, así que es mejor que sepamos cuántos hay y qué son. Pero, yo misma, como científica, querría contar con más datos en cuanto al estudio toxicológico para saber, realmente, lo perjudiciales que serían para mi propio cuerpo”, ha explicado Naixin Qian, física-química de la Universidad de Columbia, en la presentación de su estudio sobre nanoplásticos en el agua embotellada.

Estas partículas, que se forman cuando los plásticos se descomponen en trozos cada vez más pequeños, están siendo consumidas por los humanos y otras criaturas, con posibles efectos desconocidos para la salud y el ecosistema. 

Los nanoplásticos son tan pequeños que, a diferencia de los microplásticos, pueden pasar a través de los intestinos y los pulmones directamente al torrente sanguíneo y desde allí viajar a órganos como el corazón y el cerebro. Pueden invadir células individuales y atravesar la placenta hasta los cuerpos de los fetos. Hay lagunos trabajos que han estudiado los posibles efectos en distintos sistemas biológicos. Pero no está claro el alcance del daño.

“Antes esto era sólo un área oscura, inexplorada. Los estudios de toxicidad simplemente adivinaban lo que había allí”, apunta el coautor del estudio Beizhan Yan, químico ambiental del Observatorio Terrestre Lamont-Doherty de la Universidad de Columbia. “Esto abre una ventana donde podemos mirar a un mundo que no estuvo expuesto a nosotros antes”.

En la misma línea se muestra la experta en los impactos del plástico Ethel Eljarrat, directora del IDAEA-CSIC, quien puntualiza que hemos de esperar que el daño no sea agudo, sino extendido a lo largo del tiempo, conforme a una exposición prolongada. Nora Expósito puntualiza que ”hemos observado que en organismos acuáticos, como erizos adultos y ostras, estos microplasticos son excretados, pero muchos de estos son acumulados en sistema gastrointestinal y otras partes del cuerpo del organismo“.

Los efectos agudos como mortalidad o morbilidad “aparecen cuando tenemos elevadas concentraciones, pero no olvidemos que el microplástico no solo es tóxico por su estructura; también lo es por compuestos tóxicos asociados y esta combinación de toxicidad es difícil de determinar. No podemos extrapolar estos resultados a humanos porque tenemos diferente fisiología y metabolismo“.

La producción mundial de plástico se acerca a los 400 millones de toneladas métricas al año. Más de 30 millones de toneladas se vierten anualmente al agua o a la tierra. Muchos productos fabricados con plásticos, incluidos los textiles sintéticos, desprenden partículas mientras aún están en uso. A diferencia de la materia orgánica natural, la mayoría de los plásticos no se descomponen en sustancias relativamente benignas; simplemente se dividen y se vuelven a dividir en partículas cada vez más pequeñas de la misma composición química. Más allá de las moléculas individuales, no existe límite teórico sobre cuán pequeñas pueden llegar a ser.