Días de pandemia: Perfume Genius despidiendo la honestidad gay
Fue un 16 de noviembre de 2019 cuando se supo del primer caso proveniente de Wuhan, China. El paciente cero de un nuevo e indocumentado coronavirus que meses después encerraría al mundo en su propia sobrevivencia. Con la incertidumbre patas arriba, poniendo fin a nuestras operaciones cotidianas tal y como la conocíamos antes de que la noción del tiempo se partiera en dos, como una falla geológica mostrando las llamas del fin del mundo.
Las memorias del 2019 se sienten y huelen como páginas de sepia húmeda archivadas en una vieja biblioteca. Recuerdos de hace siglos.
En mi caso he conseguido sostener la cordura gracias al sexo subterráneo, las lecturas en loop de Brett Anderson, Stefan Zweig y Pasolini y la música que, a pesar de todo, no ha parado. En ese sentido, me arriesgo a decir que el Set My Heart on Fire Inmediatly de Perfume Genius es de los mejores discos de este 2020 que se siente como si no fuera a acabar nunca o hasta que la certeza de una vacuna estabilice la lógica del tiempo lineal.
Perfume Genius es el cantante gay más valiente del radar actual. Junto a él, Sam Smith es un espantapájaros entonado. Un oportunista que solo recicla los lloriqueos sin personalidad del algoritmo queer en las redes sociales. Sus letras son poesía de autoexplotación condescendiente para causar lástima en los oyentes. El supuesto orgullo del que tanto se jacta Sam Smith se concentra en glamourizar la victimización para luego pedir a gritos que lo levanten del suelo. El sufrimiento al que suele recurrir es el de cualquier gay aburrido con su clase media resuelta y por eso las melodías que produce bajo sus letras es servicial, como la desechable música de fondo que suena durante las rebajas de Zara o Springfield, cuyos compases parecen sincronizados con los impulsos de compra de ropa igual de inservibles.
El desamparo en Perfume Genius se siente más real en Michael Alden Hadreas, su verdadero nombre, porque no se engancha a pretextos consumistas para encarar al deseo gay con sus trágicas consecuencias. Problematiza su homosexualidad sin rodeos frívolos. Mientras Sam Smith se la pasa comiendo helado por extrañar al hombre perfecto, Perfume Genius se da en la madre con los labios pintados en bares de camioneros desalmados con tal de esquivar los recuerdos de desdichados hombres panzones apestosos de colonia barata. La pasión afeminada, la inestable dulzura de sus notas musicales coincide con el hedonismo callejero de Perfume Genius, en donde también se puede abrir una app de ligue, aunque sea en la habitación de un motel lleno de huéspedes que fuman crack mientras rayan libros para colorear. De ahí que Set My Heart on Fire Inmediatly deambule por zonas de erótico suspenso, como los pasillos de un sexclub de Portland la tarde de un lluvioso domingo. Y luego, la tragedia de enamorarse en pisos pegajosos de onanismo despistado.
Lo genial de Perfume Genius es que para nada es un artista gay original, pues en cada disco se la pasa dando fidedigna continuidad a clichés gays de los que es casi imposible librarnos.
La genialidad de Perfume Genius estriba en todo caso en su despiadada franqueza. Algo casi inusual en los cantantes gays de moda que, encima, se adjudican luchas contra la homofobia que en sus estribillos saben y se deshacen como algodones de azúcar. La homofobia de estos días se parece más a los fantasmas descritos por el Perfume Genius. Fantasmas de recato y valores costumbristas.
El covid-19 está sirviendo de pretexto para que el sexo entre hombres vuelva a satanizarse como en los años más crudos del sida. Hay vecinos que quisieran quemarnos con sus miradas como si fuéramos ropa de leprosos cuando se percatan que frente suyo hay cinco hombres solteros amanerados de forma sospechosamente lujuriosa. La moral paranoica desatada por el nuevo coronavirus parece estar de su lado. Un centro comercial puede estar lleno de clasemedieros desesperados por estrenar unos jeans fabricados con la explotación china, pero un puñado de hombres abatidos en su lujuria que se juntan para retar las leyes de la biología reproductiva en consenso y sin hacer daño a nadie merecen la humillación. Incluso de los mismos gays que aprovechan la ocasión para situarse del lado correcto de la responsabilidad social.
Quizás por eso las canciones de Sam Smith tienen éxito, porque suenan a música de mal. A single de un comercial de maquillaje para nichos no binarios.