Tristísimo panteón
Mañana celebramos la muerte de los seres queridos, de los santos difuntos, y hasta de los nonatos; en este espacio se ha platicado respecto a los cambios de paradigmas respecto a la llegada del final de la vida.
La cremación, aunque la Iglesia no esté de acuerdo, pareciera ser la más viable manera de finiquitar nuestra presencia física en este mundo terrenal; tradicionalmente, el cementerio ha sido considerado la última morada del mexicano por cultura.
De las clases sociales menos favorecidas, es común escuchar el verbo “petatear”, pues anteriormente, a los difuntos se les enterraba en su petate; los más pudientes podían tener su “pijama de madera”, como se hace referencia al ataúd; y los más acaudalados podían hacerles sus mausoleos y/o enterrarlos en terrenos santos como catedrales o iglesias.
Como la muerte es parte de la vida, las empresas deben actualizar sus servicios de inhumación y procurar la satisfacción de los familiares con la atención prestada en la despedida de su ser querido.
De hecho, el término funeraria eventualmente debería desaparecer, pues la etimología se refiere al “entierro” y técnicamente ya no hay tantas sepulturas.
Las empresas modernas con giro necrológico, ahora ofrecen honras fúnebres más sofisticadas: Salas bellamente ataviadas, donde la elegancia sobresale; estacionamiento amplio; capilla para las servicios religiosos; restaurante donde se puede alimentar para esas largas jornadas de vigilia; sala de juegos para que los niños pequeños se diviertan y se distraigan del dolor de los adultos.
Servicio de cremación y la foto panorámica del fallecido, aunado con la publicación en medios del acaecimiento.
Todos necesitamos servicios fúnebres, pues la muerte nos acompaña desde que nacemos. ¿Ya planeó sus exequias?