Las deficiencias que la industria aún no supera
En la década de los años 60, España empezó a desarrollar la industria turística para acoger a todos los europeos del norte que querían disfrutar de nuestro clima y nuestra costa. Así surgió el modelo del «sol y playa» (que medio siglo más tarde sigue siendo la fórmula prioritaria en algunas zonas de costa y los archipiélagos) cuyas características no ayudan a fomentar el aumento del gasto turístico.
En aquellos años, en los que internet todavía era un embrión, los turistas contrataban sus viajes a través de turoperadores. Y aún siguen ocupando un 30% de la cuota de mercado, a pesar de que cada uno pueda gestionarlo todo independientemente en la red. El director de Emoturismo, David Mora, cree que es fundamental reducir esa representación de los turoperadores para aumentar el gasto turístico, pues le supone al visitante un gasto previo que recude el presupuesto con el que se viaja.
Todo incluido
Mora también indica el «todo incluido» como un obstáculo para el crecimiento del ticket de gasto de los turistas. Y es que los que hayan contratado ese tipo de oferta no suelen salir demasiado del hotel, de hecho no se pueden considerar turistas urbanos, sino de habitación, barra y piscina, ni hacen gastos extra al que han hecho antes de llegar a nuestro país, consumen lo que ya han pagado y muy poco más. Aunque en el conjunto de España el «todo incluido» haya perdido peso, en algunas zonas tienen aún cierta importancia, como Canarias o Baleares.
El turismo de alta gama está muy concentrado en Madrid y Barcelona. Para que no haya saturación, lo cual repele a los visitantes, es importante que desarrollar ofertas atractivas en segundas ciudades que tradicionalmente han apostado por el modelo de «sol y playa». El secretario general de la Mesa de Turismo, Germán Porras, comenta que algunas han cambiado enormemente, como Valencia o Málaga, donde se han puesto manos a la obra para desarrollar todo un abanico de experiencias culturales para los turistas, sirviendo de ejemplo la apertura del Museo Carmen Thyssen (en 2011) o del Centro Pompidou (en 2015) en la ciudad andaluza. Asímismo, destaca que en San Sebastián están aumentando la capacidad hotelera y el pasado año se abrieron en la ciudad 19 nuevos establecimientos.
Cada una de esas segundas ciudades que podrían deslocalizar el turismo de Madrid y Barcelona tiene un reto distinto. Uno de los casos más llamativos es el de Sevilla. Nadie duda que el AVE (Alta Velocidad Española) ha sido un gran avance en el transporte de pasajeros, pero tiene un efecto secundario. Se viaja tan rápido que muchos turistas deciden estacionarse en Madrid y, desde ese punto, coger un tren para visitar una ciudad y volver el mismo día. Eso le ocurre a la capital andaluza, cuya meta es aumentar las pernoctaciones, aunque Segovia, Toledo o Zaragoza comparten ese objetivo.
Sin olvidar los negocios
Los viajes de negocios resultan una prioridad si se desea aumentar el gasto de los turistas. Quien visita nuestro país por trabajo, afirma Ramón Estalella, «mira mucho menos lo que gasta porque normalmente lo paga la empresa». Y pone el ejemplo de la Feria de Turismo (Fitur), que se ha celebrado esta semana y han venido a Madrid muchas personas de fuera por motivos de negocios. Sin embargo, en 2018 el gasto de los «turistas laborales» descendió a los 1.078 euros, cuando en 2017 se situaba en 1.155 euros. Por lo tanto, el gasto de quienes vienen por ocio y por negocios se ha equiparado durante el año pasado, mientras que los años anteriores el de los trabajadores era mucho más amplio que el de los ociosos. Así, Germán Porras cree que todavía se puede fomentar los viajes de negocios a España, que cuenta con atractivos para ese tipo de visitantes, como infraestructuras para jugar al golf o para celebrar reuniones y congresos.