¡Es real!, estuve sola en la Capilla Sixtina
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En el corazón de la Cristiandad con el guardián de las 2.797 llaves
El miércoles, 31 de octubre, Segundina, la madre de mi amiga, mi “hermana” y compañera, desde que llegué a Madrid, iba a conocer al Papa Francisco y, si la suerte acompañaba, incluso cabía la posibilidad de que lo abrazara, tras asistir a la audiencia.
La cita era a las 8.30 y llegamos puntuales a la Puerta Santa Ana, donde nos esperaba uno de los jefes de la Gendarmería Vaticana, la persona que nos ayudaría a llegar hasta lo mas alto de la Plaza San Pedro.
Tras los saludos cariñosos a toda la familia, y mientras avanzamos frente a la capilla en la que oficia el sacerdote que confiesa al Papa Francisco, el hombre que salvaguarda al Papa me dice: “él es Gianni Crea”. Desde mi llegada a Roma, y como periodista acreditada ante la Santa sede desde hace más de cuatro años, había intentado, sin resultado, conocer al custodio de las llaves de los Museos Vaticanos y de la Capilla Sixtina. Al hombre que, desde hace dos décadas, usa a diario 2.797 llaves para abrir y cerrar las 300 puertas.
Estando inmersos en un plan único, surgía otro igual de emocionante, aunque inesperado. Por fin, conseguía una cita con el clavero en jefe del Vaticano.
Dos semanas después, mientras Roma dormía, nos encontramos de nuevo en la puerta de acceso a los Museos Vaticanos.
Son las 4.45 de la mañana. Para el custodio es la rutina diaria. Para mí, un momento irrepetible en el centro de la cristiandad.
Iniciamos el recorrido de más de 7 kilómetros y medio: primera puerta y primer impacto: al frente, la cúpula de San Pedro iluminada y una paloma blanca, caprichosa de sus tiempos, revoloteando alrededor.
Acompaño a Gianni a recoger las 2,797 llaves que abren paso hacia las galerías y salas repletas de tesoros. La mayoría de hierro, algunas con cinco siglos de historia, y todas numeradas, a excepción de la de la Capilla Sixtina.
Caminamos a la luz de una linterna y nos adentramos, dejando atrás, el Patio de las Carrozas y el atrio de las Cuatro Verjas, en el Museo Pio Clementino, que acoge obras de arte de época griega y romana. Entren ellas, la escultura “Laocoonte y sus hijos”, del gran Miguel Ángel, que refleja el ataque de las serpientes al sacerdote; el Apolo del Vel bedere -la estatua preferida de Gianni-, cuyo rostro plasmó Miguel Ángel en la Capilla Sixtina; y el “Torso del BelVedere”, fragmento del desnudo masculino firmado por el escultor ateniense Apolonio de Atenas, que fue también inspiración para Miguel Ángel.
Seguimos recorrido, puerta tras puerta con las llaves girando, y entramos en el Museo Egipcio y en la Sala de la Biga, donde nos recibe a oscuras la monumental figura de mármol -un carro tirado por dos caballos- realizada en el I d.C.