Llanto por un (otro) periódico

La primera vez fue en el año 1999, cuando era tan desahogado como para escribir cartas de amor desde la columna de un periódico. Ya en el siglo pasado, después de que la Iglesia y el PSOE –¡toma poderes fácticos!– se hubiesen deshecho de él de mala manera, «El Correo de Andalucía» merecía defensas encendidas desde otras tribunas. Era el año de su centenario, pero el gran grupo de comunicación al que se lo habían endilgado a cambio de permitirle zascandilear en el mercado emergente de la televisión local, ni siquiera respetó la efeméride: le atizó al personal un ERE de no te menees para, al final, tirar a la histórica cabecera por el sumidero, de donde la sacaron por los pelos empresarios de diverso pelaje e intereses más o menos espurios a los que las administraciones les devolvían por otro lado el favor del rescate. Al cabo, se trata del vicedecano de la prensa andaluza y del tercer diario más antiguo de España y no hay político que escape a la tentación de una foto con un grupo de trabajadores recién salvados del paro (siempre que la convidá la pague otro). Quico, Javi, Horacio, Nieves, Luis, Nono, Isa... casi treinta compañeros, muchos de ellos amigos y algunos viejos compañeros de fatigas, se enfrentan ahora al abismo del cierre, igual que anteayer bajaban la verja otros medios o las delegaciones regionales de la competencia. Es ésta una batalla de supervivencia a la espera de un milagro en forma de cambio en los hábitos de los consumidores. Llegado el día no deseado, nos veremos en los bares, mutilada el alma por las heridas de una guerra perdida pero tozudos en la certeza de que defendimos la causa justa: como instrumento para la información de los ciudadanos, el periódico es imbatible. Y quizá por eso convenga sustituirlo por la ensordecedora basura digital.