Una feria de caña y oro
La feria de Albacete sigue desarrollándose de forma brillante y a diario ha dejado abundantes notas de interés, mayoritariamente con color local, pues hasta ahora son los toreros de la tierra los que han logrado los mayores y más significativos triunfos. El color de la feria es, desde luego, caña y oro, la ya famosa y mítica combinación con la que siempre se identificará a Dámaso, a cuya estela siguen saliendo toreros del lugar.
Algo más claro, crema, fue el color con el que ayer se vistió Rubén Pinar, triunfador de la feria de los dos últimos años y que tras su triunfo de ayer, lleva camino de repetir y ya son cinco las veces consecutivas que sale a hombros de esta plaza. Fue la suya una actuación técnicamente perfecta y de valor seco y sereno, sin volver nunca la cara y entendiendo a sus oponentes. Meció con suavidad y manos bajas el capote al recibir a su primero y se hizo ovacionar con las chicuelinas con que quitó. Plantó sus reales poco más allá de la raya del tercio para torear con esa facilidad tan difícil de lograr ante un animal que de vez en cuando apuntaba a sus muslos. Machacón y terne, toreando de arriba abajo, con mando y autoridad, metido al final entre los pitones, remató una faena de mucha enjundia que fue pobremente recompensada con una oreja.