Pero, ¿a alguien le importa España?
Esta es la pregunta que me hago, tras asistir al turbión de acontecimientos políticos que sacuden la vida nacional en los últimos días y, sobre todo, en las últimas horas. Cuando todo parecía ‘atado y bien atado’ para que Mariano Rajoy cerrara con comodidad lo que queda de legislatura hasta 2020, tras la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado con la anuencia final del PNV, la sentencia de la Audiencia Nacional sobre el ‘caso Gürtel’ y la temida y esperada moción de censura, registrada en la mañana del viernes por el PSOE en el Congreso de los Diputados, ha venido a alterar completamente el panorama y a provocar un auténtico terremoto político con un impacto inmediato en La Bolsa que cayó en pocas horas un 2% y la prima de riesgo que despegó hasta a más de 100 puntos.
No he podido evitar en los últimos días evocar el último cuarto de siglo de la historia política de mi país recientemente escenario de la creación de un gobierno Frankestein entre la Lega Nord, partido euroescéptico de extrema derecha y el populista Movimento 5 Stelle. Desde principios de los años noventa, cuando aquel ‘tsunami’ llamado ‘Tangentopoli’ dio un vuelco radical al ‘status quo’ vigente en Italia desde finales de los años cuarenta. El resultado de todo aquello es de sobra conocido: el hundimiento de los partidos tradicionales, DC (Democrazia Cristiana) y PSI (Partido Socialista), que habían gobernado de manera hegemónica durante casi medio siglo y la eclosión de liderazgos populistas -me refiero a Silvio Berlusconi- que lejos de regenerar el sistema, lo enfangaron más si cabe en la ciénaga de la corrupción y el nepotismo institucional. Y, aunque a los ojos de un extranjero parezca mentira, Italia siguió, ha seguido, funcionando durante todo este tiempo. Y ello porque, como siempre explico, en mi tierra existe una clara disociación entre la vida política y la empresarial... entre la Italia ‘oficial’ y la ‘real’ la de los casi sesenta millones de italianos que se buscan la vida día tras día y los miles de empresarios que se juegan sus cuartos para mantener empresas y llevarlas al éxito.
España no es Italia. Aquí la dependencia de la política es, si no total, mucho mayor que en el país transalpino. Por ello importa mucho la calidad de los líderes políticos, la transparencia y la honestidad de su tejido institucional y la limpieza de la vida pública. Y me atrevo a decir que estamos en un momento muy delicado con respecto a todo ello. Un momento en el que, como trato de reflejar en el título de este artículo, a todos parece importarle mucho su cálculo electoral y muy poco o nada los intereses generales de España y de los españoles. Vayamos por partes.