Once años de desvelos, angustias y desesperanzas por la ausencia de Yéremi
Este sábado se cumplen 11 años de la desaparición del pequeño Yéremi Vargas. Once años de desvelos, angustias y desesperanzas. Porque ésa, la esperanza de encontrarlo con vida, con el paso del tiempo y a pesar de los indicios contra del principal sospechoso, se ha desvanecido.
Hoy que el foco mediático está pendiente de una nueva y lamentable desaparición como la de Gabriel, la familia de Yéremi siente como suya éste nuevo drama. Como sintieron suyo el hallazgo del cuerpo de Diana Quer o la ausencia de Marta del Castillo. Una solidaridad entre familias que atraviesan el mismo dolor. La familia del pequeño, como le decían cariñosamente, se queja de que la justicia no haya iniciado, si quiera, un juicio contra Antonio Ojeda, detenido y sentenciado por el abuso sexual a otro menor de la misma zona y con similares características físicas y de edad. Más aún se quejan de que el juez archivara el caso el pasado mes de octubre alegando que los indicios recopilados hasta el momento no permitían mantener un proceso penal en su contra. Incluso, el magistrado Manuel Hermo Costosa llegó a decir de la investigación de la Guardia Civil que “los motivos que inicialmente llevaron a su imputación no dejaban de ser meras afirmaciones y valoraciones subjetivas de los miembros del equipo de investigación”, según consta en el auto. Por esas palabras fue multado por el Consejo General del Poder Judicial con 500 euros y un apercibimiento por escrito al considerar que incurrió en una falta leve de desconsideración con los miembros de la Benemérita que investigan el caso.
Por todo ello, pero principalmente para que el proceso no quede archivado, la familia del menor ha presentado un recurso ante la Audiencia de Las Palmas para que se mantenga la línea sobre como principal sospechoso. “Cuando estaba la investigación en marcha todos los días era un día de esperanza. Decíamos, a lo mejor es hoy, a lo mejor es hoy, pero una vez se presentó todo por lo judicial esa esperanza se nos acabó porque no vemos ninguna salida”, dice Milagros Suárez, tía de Yéremi.
Aquel 10 de marzo de 2007, cuando Yéremi tenía tan solo siete años, jugaba con sus primos en un solar junto a su casa. Su madre, Ithaisa Suárez, tiene grabado en la memoria ese día en el que al llegar aparcó el coche después de haber ido a comprar pollos para comer y vio a su pequeño jugando. Aquellas últimas palabras de “sube a comer Yeri”, y la respuesta de su hijo “vale mami” no dejan de repetirse en su cabeza. Desde entonces ha tenido que aprender a soportar el dolor “porque nos morimos por dentro”, nos dice. “Estamos enfermos por este vacío”, sigue contando Ithaisa, quien vive en una continua depresión y está en tratamiento desde entonces. Es tal el desgaste físico y emocional que durante la entrevista son sus padres y su hermana los que tienen que continuar con el relato del caso y la investigación, porque ella simplemente, no puede.