Ibáñez lleva al Osasuna hasta la final de Copa
PESTAÑA athletic-osasuna-semifinal-copa-22/23 Crónica 4 El Osasuna volverá a jugar una final de Copa del Rey tras un ejercicio de supervivencia espectacular en San Mamés, finiquitado con un golazo de Pablo Ibáñez en la prórroga, en el 116 , el primero que marca con el equipo. Los bilbaínos fueron mejores en el cómputo global del partido, pero sus fallos en la definición convirtieron sus esperanzas en lágrimas. «Hemos sufrido como perros», reconoció eufórico el zaguero. Triquiñuelas de otra época fueron los primeros versos de la vuelta de las semifinales entre vascos y navarros, una oda al fútbol norteño que comenzó con los de Arrasate atrapados en su bus durante media hora, inmovilizados ante las mareas de aficionados que colapsaban los exteriores del templo. Los contenedores ardían y los cánticos estremecían hasta al más rudo de los presentes. Dentro del estadio, la tensión se elevaba como un géiser en las gradas y en ese épico y extraño ambiente, con diez minutos de retraso , comenzó el partido. La ofensiva alineación de Valverde comenzó a dar sus frutos desde bien pronto. Nico Williams, ubicado en la izquierda, volaba sobre Moncayola mientras que la línea defensiva visitante mostraba nerviosismo en sus despejes. Guruzeta estuvo a punto de hacer el primero de los bilbaínos pero tuvo tanto tiempo para pensar que acabó por hacerse un lío en la definición. El Osasuna, mediante la posesión, intentaba bajarle las pulsaciones al volcán en el que se estaba convirtiendo San Mamés, pero el Athletic ya había desenvainado la espada. Robaban muy arriba los locales, exuberantes en el esfuerzo e incisivos con la pelota. Y fue en ese propicio panorama cuando llegó el gol. Tras una gran parada de Herrera a De Marcos , Muniain sacó de córner, Vesga peinó en el primer palo e Iñaki, con un acrobático remate, mandó el balón al fondo de la red, previo golpe en el larguero. Éxtasis en Bilbao, 1-1 en el marcador global, eliminatoria nueva. Tras el tanto, la vorágine fue imparable, el Athletic quería sacar el billete para la final con mucha antelación (el VAR anuló otro gol de Iñaki) y solo el descanso fue capaz de templar la situación. Tras la reanudación, el Athletic continuaba asfixiando al Osasuna, incapaces los navarros ni de salir a la contra ni de edificar una posesión seria. Ritmo más bajo que en la primer parte eso sí, conscientes los locales que lo más difícil, igualar la eliminatoria, ya estaba hecho. Donde no mostraban piedad era en el juego aéreo y como en el tanto de Iñaki, sus mejores ocasiones llegaban a balón parado. Tampoco a la contra, donde la conexión entre los hermanos Williams estaba haciendo verdaderos estragos, pese a que Nico falló dos ocasiones clarísimas. El asedio era de época, como el de Alesia, pero el tanto no llegaba. La confirmación de la prórroga dibujó una mueca de decepción generalizada en la afición vasca y trajo un rayo de esperanza para la navarra. El milagro de Ibáñez El miedo monopolizó el duelo. El Athletic, que se había visto con la victoria en los labios, dudaba ahora como un primerizo mientras que sus rivales, tras aguantar un bombardeo infinito, veían alguna que otra grieta hacia la gloria. Y en un instante, Pablo Ibáñez hizo el milagro. Tras una embarullada jugada del Chimy, Moncayola consiguió poner un balón a la frontal y, con el temple de un francotirador, el joven defensa cuadró una volea impresionante, con el interior, que puso el último clavo en el ataúd del Athletic. San Mamés, que había sido un volcán, se enfrió como un cementerio. 18 años después, el Osasuna volvía a una final de Copa.