2026: Soñar, crecer, contribuir

«Lo que deseo es salud, paz, amor y prosperidad para mi familia y mi país, para mí. Y no es cliché: de verdad lo necesitamos. ¡Nos urge!», respondió a este diario Mireya Beltrán, lectora de San Francisco de Paula, en la capital, cuando preguntamos en las redes sociales digitales de Juventud Rebelde por las aspiraciones para el año que se acerca.

El suyo es un sentir que comparten cubanos y cubanas de todo el archipiélago, e incluso fuera de él. Sus testimonios reflejan sueños personales y colectivos que hablan de igualdad, estabilidad y mejoramiento humano.

«Tengo 22 años y mi mayor deseo es culminar mis estudios universitarios y encontrar una oportunidad de trabajo real, estable y digno, que me permita aportar a mi economía y construir un futuro sólido. También espero que 2026 quede grabado como el año en que la lucha por una vida libre de violencia dejó de ser una demanda y se convirtió en una conquista colectiva. Solo así podremos garantizar que cada persona tenga la libertad de amar, vivir y expresarse plenamente», resumió Airim Vázquez Pascual, estudiante de Historia de la Universidad de La Habana.  

Para Rogelio Estévez Piñero, jubilado residente del capitalino municipio  Boyeros, su propósito para el año nuevo es seguir siendo útil en la construcción de una Cuba más justa, para «ver crecer a mis nietos aquí, rodeados de oportunidades y esperanzas». Además, sueña con un futuro sostenido con el trabajo de nuestras manos y la fuerza de nuestra unión.  

De igual forma, Javier Menéndez Abreu sintetiza su deseo con una perspectiva familiar: «Quiero ser un padre capaz de acompañar a mis hijos en cada etapa de su crecimiento, que encuentren en mi un ejemplo de valores firmes y amor incondicional, y fomentar recuerdos que los fortalezcan y preparen para enfrentar el futuro con confianza».

Tres generaciones, muchas miradas distintas y un mismo anhelo para los próximos meses fue el saldo del sondeo de Juventud Rebelde, que se concentra en dos palabras: esperanza y oportunidades.   Es lo mínimo a desear, luego de un 2025 que deja atrás numerosas pruebas de fortaleza, añaden los entrevistados. 

Con los ojos puestos en el venidero año, muchos se llenan de propósito y confianza. La voluntad consciente de esta nación es más que un optimismo ingenuo: parte de una historia de resiliencia de varios siglos y la evidencia de que, generación tras generación, este pueblo siempre logra renovar sus bríos. 

El mayor reto es pensar el futuro inmediato con sentido del momento histórico, y validar la certeza de que la Revolución, para serlo, debe mantenerse siempre joven.

La vice primera ministra Inés María Chapman Waugh centra ese horizonte en la armonía y el amor en el trabajo diario, porque la revitalización del país, sobre todo de su economía, es tarea de todos: «Cada cual puede realizar desde su puesto un pequeño aporte, para defender la Cuba bella que tenemos», asegura.

Esta visión encuentra eco en Eduardo Rodríguez Dávila, ministro de Transporte, quien proyecta para 2026 como objetivo principal de su ramo la renovación del transporte de pasajeros y de carga, a tono con lo establecido en el Programa de Gobierno para corregir distorsiones y reimpulsar la economía.

Su deseo más personal es influir de manera tangible y positiva en la cotidianidad del pueblo, meta que comparte Juana Lidia Delgado Portal, ministra presidenta del Banco Central de Cuba, para quien este será un año decisivo. «Espero que las medidas aplicadas sirvan para proporcionar un mejor nivel de vida a nuestra población por medio de la estabilización de nuestra macroeconomía». 

Si hay juventud, hay resultados 

El ímpetu de las nuevas generaciones es un motor reconocido. El pentacampeón olímpico, Mijaín López Núñez, ahora embajador internacional del deporte, sueña con un nuevo ciclo olímpico protagonizado por jóvenes promesas.

«Tenemos atletas en ascenso con los que aspiramos a conseguir grandes resultados para enaltecer el nombre de Cuba», señala, y apunta a los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 2026 como primer escalón de esta nueva ruta olímpica.

Pero la juventud no solo brilla en los podios. Desde Artemisa, Dairon Mezquia Quesada imagina una Cuba «que muestre mejorías en su situación, no solo económica, también social, donde podamos vivir prósperamente y todos los males sean erradicados».

En ese empeño, reconoce que se deben hacer grandes esfuerzos y disminuir el nivel de tolerancia ante lo mal hecho.  «Cambiar todo lo que debe ser cambiado es la proyección que resultará en esas mejoras que deseamos todos», insiste.

Para él, tal empeño hace que la Revolución sea una joven eterna. Y, además, «porque la juventud ocupa un lugar medular en la sociedad, como protagonista en todos los esfuerzos de primera línea». 

Su idea la comparte Anthony Amado Aciego Moreno, estudiante del Instituto Superior de Relaciones Internacionales: «Las revoluciones son jóvenes por necesidad, porque son inherentes a ellas el ímpetu de la constante transformación, la rebeldía y el cuestionamiento de la realidad concreta».

Consecuentemente, «mantener nuestro proyecto como ideal juvenil genera ansias de eludir el dogmatismo inerte y conservadurista, que niega las señales de avance y cambio». Por eso, reitera, «la Revolución Cubana debe ser articulada por sus jóvenes, para seguir siendo Revolución».

Esperanza crítica 

En vísperas de despedir 2025, que ha sido tan duro en todos los ámbitos, Abel Prieto Jiménez, presidente de la Casa de las Américas, reflexiona: «Debo admitir que tengo una impresión esperanzadora. Me doy cuenta de que hay mucha gente joven muy comprometida, y gente no tan joven, pero bien preparada, que está pensando en soluciones para toda esta masa de problemas que nos aquejan».

Pero, tales problemas no pueden resumirse en un solo origen, acota: «Por un lado, está la guerra económica implacable que nos impone Estados Unidos —porque es más que un bloqueo—, y por otro, nuestras propias insuficiencias y debilidades. Aun así, defendemos la idea de que lo último que se pierde es la esperanza». 

Entrevistado en el contexto del 6to. Período Ordinario de Sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en su 10ma. Legislatura, el destacado intelectual comparte sus consideraciones: «Esta asamblea fue muy crítica, y esa esperanza se redobla con aquello que nos pidió el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz: tener sentido del momento histórico».

Las aspiraciones para los próximos 12 meses, trazadas desde la dirección del país, hasta sus más diversos cimientos, parten de la convicción de que el camino hacia el futuro soñado se recorre con unidad, trabajo duro, sentido crítico y, sobre todo, con la savia de una juventud que se sepa protagonista.

La Revolución no evade sus desafíos: los asume con la audacia de quien confía en su pueblo. Por eso su espíritu se renueva en cada joven que estudia, crea, produce y defiende.

Sueños cumplidos 

 Para la espirituana Maidelín Morejón, 2025 significó un buen año porque cumplió dos de sus sueños: abrió una peluquería y abrazó a su hermano, después de mucho tiempo ausente. 

«Para 2026 ya tengo más de un plan y todos avariciosos. El primero es que pediré un crédito como trabajadora del sector no estatal para comprar equipos que me permitan tener energía durante los apagones. Solo así podré incrementar en mi negocio el servicio y ampliarme hacia otros renglones, como el de manicura.

«El otro anhelo, y es el más importante, es tener mi propia familia: si bien mi negocio no me permite vivir desahogada por las complejidades del país, sí me garantiza sostener a otra persona».

Su coterránea, Anayelín Gómez, tiene en su agenda otra prioridad: «Definitivamente, me enfocaré en viajar fuera del país. Tengo 28 años y jamás he subido a un avión. Estudié lo que siempre soñé, Economía, y me quiero superar, conocer otras culturas y personas. Los tiempos han cambiado y ya ese sueño no se sataniza».

Mientras, la jatiboniquense Adela Martínez teme que su único gran anhelo no se cumplirá: besar a su hijo, su nuera y sus dos nietos. No dejará de pedirle a su Virgen de la Caridad que le otorgue ese milagro: «Llegaron a Estados Unidos y, como sabemos, Trump les tiene cerrado el dominó. No quiero morirme sin volver a verlos».

Por su parte, Lourdes Calzada, quien lleva las riendas de su casa y sus dos nietos, confiesa que después de cuidar a enfermos de chikungunya y experimentar las fuertes secuelas de esa arbovirosis, solo necesita recuperar la salud.

«Ya hemos demostrado que sobrevivimos a los largos apagones y las colas de medicamentos y alimentos; logramos estirar salarios o chequeras y aprendimos a cocinar con carbón… pero todo eso es posible si de salud se está bien. Cuando me vi en cama creí que se acababa el mundo. Tengo dos menores bajo mi responsabilidad y me necesitan sana y fuerte», añadió.

Crecer y quedarse 

«Quisiera que todos tengamos salud como lo esencial para la vida, que haya paz en todos los órdenes y podamos ir resolviendo tantas dificultades económicas y de disciplina social. No podemos seguir fallando como seres humanos», reflexionó la profesora Petra Silva, quien cada día aporta a la formación de jóvenes en la Universidad de Holguín.

Otra holguinera, María del Toro, desea que Cuba sea ese país donde el conocimiento, la dedicación y la innovación encuentren un espacio real para desarrollarse de manera efectiva y sean retribuidos en consecuencia quienes dan lo mejor de sí cada día.

«Es necesario que el talento joven vea futuro aquí, con oportunidades concretas, y existan interlocutores que escuchen, expliquen y construyan. Aspiro a un país donde se premie el mérito y el esfuerzo personal en pos del bie-
nestar colectivo, porque eso contribuye a incentivar la creatividad en todos los campos y espacios del conocimiento», precisa la joven comunicadora social. 

«Debemos trabajar con pasión por lo nuestro, con patriotismo práctico y
renovador, para que se combine justicia social con eficiencia económica. En esencia, deseo una Cuba más dinámica, inclusiva y dialogante, y sentir que este es el lugar para aportar, crecer y, definitivamente, quedarse».

A su vez, Solans Tasis, estudiante de Ingeniería Informática, sabe que este no ha sido un año fácil para Cuba, y aspira a que el próximo sea superior en muchos sentidos y de manera paulatina se logren resolver las crisis actuales.

«Por encima de todo, debemos mejorar como seres humanos. Las dificultades deberían unirnos, en lugar de crear brechas que nos separen cada vez más. Debemos ser más amables con los otros para solucionar los problemas».

Según la Doctora Mayra Espina, socióloga con grandes aportes a la comprensión de la nación en su devenir histórico, Cuba necesita nuevas maneras de investigar y producir conocimiento desde el «saber hacer» cotidiano, ese que salva el día, y no solo desde posturas científicas tradicionales. 

«No es romantizar la pobreza ni las desventajas; en nuestra sociedad los hay buena gente y mala gente», advertía la experta en una entrevista reciente. Ella sugiere enfocarse en la sabiduría extraordinaria del pueblo para enfrentar la vida sin perder la
esperanza, y considerar esa fuerza un insumo importante para ayudar a cambiar contextos. 

 A la luz de experiencias pasadas, valoró la necesidad de buscar respuestas en el diálogo horizontal, desde abajo, pues por buenas que sean las intenciones de las políticas públicas, no es adecuado invertir a nivel de comunidades en lo que a la gente no le interesa o le complica más la existencia, acotó.

 Por eso llama a «pensar fuera de la caja», como hacen con naturalidad los jóvenes. Tener conciencia de lo que nos limita como sociedad e investigar en contacto con la vida real es imprescindible para ajustar las soluciones a los deseos colectivos, sin subvalorar a los otros ni ignorar a quienes ayudan a producir evidencias.

 En el sentir de nuestros entrevistados, un año diferente implica narrar la realidad en su amplio espectro, y buscar justicia social sin conformismos ni desvalorizar los anhelos de acceder a bienes espirituales y materiales.

 Un proyecto humanitario pensado para el bien colectivo no puede anular intereses personales, debe armonizar el bien común y la legítima aspiración a expresarnos como humanos en toda nuestra diversidad, reflexiona la investigadora, y su sentencia encuentra eco en cada hogar cubano.