Antonio Piñero Álvarez (Alcoy, 1963) es el sexto de nueve hermanos de una dinastía originaria de Ceuta. El padre, Antonio, encontró trabajo como lacador en una empresa dedicada a la fabricación de muebles y marcos, aunque siempre tuvo destreza en la rotulación de autobuses, señales de tráfico o de cualquier labor que se le encargara: letreros de anuncio, sobre todo. La madre, Cesárea, atendía el hogar y a sus criaturas en una pequeña vivienda repleta de literas del ensanche de Alcoy, pero con un menudo pero gran huerto. Estudió como sus prójimos en el colegio Orosia Silvestre, primero, y después en La Uxola. Maduró rápido. Inquieto siempre, durante seis años ejerció de monaguillo con el párroco José Ferrer en la iglesia El Salvador, cerca de casa. Sus habilidades artísticas eran innatas. Su primer encargo fue pintar sobre el papel un belén de ocho metros de longitud para animar a los parroquianos en las fiestas navideñas. Finalizados los estudios elementales fue a parar a la Escuela de Artes y Oficios. Ahí empezó su trayectoria creativa, mientras trabajaba en una empresa que prestaba servicios a la industria textil, entre ideas y bocetos. Y ahí conoció a su mujer, compañera y socia, María José Cabanes.
