A 10.000 pies de altura, Fernández recibió una mala noticia sobre el proyecto de renta inesperada
El titular de la cámara de Diputados, Sergio Massa, lo acompañó en el viaje a Los Ángeles, luego de ajustar la agenda parlamentaria con la vicepresidenta en el Senado. El panorama es desalentador y pone otra vez en la cuerda floja al ministro Guzmán.
Veinticuatro horas después de haber presentado en sociedad el proyecto de ley que apunta a gravar extraordinariamente a las sociedades con ganancias "inesperadas" por el impacto de la guerra entre Rusia y Ucrania y la prolongación de los efectos económicos de la pandemia, Alberto Fernández recibió un sombrío panorama sobre el decurso del proyecto que el Poder Ejecutivo remitió al Congreso para su tratamiento.
Mientras se acumulan planteos de tributaristas, empresarios y de la misma oposición contra el proyecto, el Presidente abordó casi a medianoche del martes un avión de Aerolíneas Argentinas rumbo a Los Ángeles, rodeado de los funcionarios más leales. A su tropa fiel se sumó a último momento el titular de la cámara de Diputados, Sergio Massa, que le llevó un crudo diagnóstico sobre el tratamiento parlamentario del proyecto.
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Massa había pasado la tarde en un brindis con periodistas, precedido por una extensa reunión con la vicepresidenta y cabeza del Senado, Cristina Kirchner, destinada a ordenar la agenda parlamentaria de las próximas semanas. De la conversación con la lideresa y los jefes de bloque en la cámara baja, Massa salió convencido hacia Ezeiza de que el proyecto de renta inesperada no prosperará.
Ese análisis fue discutido con el Presidente, en las intermitencias del viaje y mientras el canciller Santiago Cafiero pulía el discurso que Fernández debe pronunciar el jueves ante los presidentes reunidos en Los Ángeles para la Cumbre de las Américas.
Massa hizo numeritos y anotó que 131 de los 257 diputados del hemiciclo que él preside no quieren avanzar con la renta inesperada. Con 118 legisladores, el Frente de Todos necesita acudir a aliados para eventualmente abrir una sesión en la que tratar el proyecto, implorando la ayuda de incluso aquellos que se oponen, y rogar que se ausenten otros para lograr la mayoría. En definitiva: una misión imposible. En un sentido similar se expresó el titular de la bancada oficialista en la cámara baja, Germán Martínez.
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¿Por qué, si no están los votos, el Presidente y su ministro de Economía, Martín Guzmán, activaron la presentación del proyecto? La iniciativa había sido anunciada hace casi dos meses. El kirchnerismo presionó al Gobierno en este y otros campos, como el de la suba de retenciones, para dar, al menos, el debate de cara a la sociedad. Incluso, desde las usinas vicepresidenciales acusaron al Ejecutivo de practicar un "kirchnerismo herbívoro", viviendo de pura retórica pero sin tomar cartas en el asunto.
La salida intempestiva de Matías Kulfas, echado por sugerir que la licitación del Gasoducto Néstor Kirchner había sido direccionado hacia el grupo Techint, provocó un escándalo que encendió la furia de la señora de Kirchner y terminó con su renuncia.
En las horas aciagas en las que el Presidente debió buscarle reemplazo, otros funcionarios del ala económica parecían correr peligro. Guzmán recogió el guante y accedió a un debate que, por estas horas, se avecina ruinoso para la gestión, y que podría restarle aún más capacidad de maniobra y legitimación de cara al sector empresario, al que debe azuzar con la llegada de este gravamen y, a la vez, para intentar -una vez más- una coordianción de precios e ingresos que detenga la espiral inflacionaria.