El primer informe del Congreso sobre el «impeachment» halla indicios de abuso de poder y obstrucción
Los republicanos blindan a Trump frente a la investigación y acusan a los demócratas de querer derribar al presidente desde el primer día
Avanza el impeachment, rumbo al Comité Judicial del Congreso, y el presidente del Comité de Inteligencia, el demócrata Adam Schiff, explicaba que el órgano del Congreso estaba finalizando su informe. Ya durante la noche del lunes, entrevistado en la NBC, había adelantado que también tendría lugar la votación para enviar el informe al Comité Judicial. Pero la investigación que lidera está lejos de concluir. «Continuaremos emitiendo citaciones y reuniendo nueva información», prometió. Al mismo tiempo que hablaba, el Partido Republicano pasó a la ofensiva con un alegato de 123 páginas. En ellas básicamente los congresistas republicanos discuten punto por punto todas las acusaciones formuladas contra el presidente Donald Trump a raíz de su llamada telefónica al presidente de Ucrania, Volodimir Zelensky, del pasado 25 de julio. Sostienen que el presidente de EE UU nunca sobrepasó los estrictos límites de una conversación protocolaria. Tampoco habría exigido, como contrapartida a la ayuda militar y económica estadounidense, que la Fiscalía ucraniana investiguase las actividades económicas de Joe Hunter, hijo del ex vicepresidente de EE UU y actual candidato a las primarias demócratas, Joe Biden.
Bien, quizá pidió a Ucrania, sin mediar petición judicial alguna, que sometiera a escrutinio a un conciudadano. Cierto, el hombre en cuestión es pariente directo de su mayor rival político. En efecto, Trump colocó como enlace de la operación a su abogado personal, Rudy Giuliani. Pero todo se explica desde su infranqueable apuesta contra la corrupción. Los republicanos, de hecho, van incluso más lejos. Admiten que si bien la ayuda pudo haber sido bloqueada, fue Trump, obsesionado por la suerte de su aliado europeo, el que logró sacarla adelante. Nada de qui pro quo. Olviden las coacciones a un país estrangulado por las ambiciones rusas y la presión del Kremlin. Los testimonios ofrecidos en las audiencias públicas por destacadas personalidades políticas y diplomáticas, muchas de ellas pertenecientes a la propia Administración Trump, ni tan siquiera ameritan una respuesta. El posible impeachment no pasa de ser una operación política, un gigantesco «fake», casi un golpe de Estado encubierto. Para los legisladores republicanos encargados del informe es una infamia especular con una obstrucción de la justicia, hablar de sobornos y abusos, de mentir, de saltarse la separación de poderes o de poner en peligro las relaciones internacionales de EE.UU. De ahí que la respuesta sea diametralmente opuesta a la de Bill Clinton en 1998 y 1999, que optó por defenderse. Si el senado será la tumba del impeachment, para que conceder ningún tipo de ventaja al enemigo.
El informe de los republicanos, algo así como el negativo del informe del Comité de Inteligencia, llega en vísperas de la citada reunión de expertos constitucionales ante el Comité Judicial del Congreso. En sus manos está explicar si los indicios, pruebas y alegatos son suficientes como para poner en pie las acusaciones y, en caso afirmativo, aconsejar los cargos por los que podría actuarse. Claro que al final la decisión última corresponderá a Nancy Pelosi, presidente del Congreso y gran referente del Partido Demócrata en tanto las primarias no coronen a un candidato a la Casa Blanca. Conviene recordar que Pelosi siempre se ha mostrado bastante renuente a iniciar los trámites del juicio político, convencida de que al final podría usarse por Trump como una reedición del Rusiagate, que tan buenos réditos propagandísticos acabó ofreciéndole.
En un email a sus seguidores la veterana política escribió que en los últimos días «Hemos aprendido nuevos detalles sobre el soborno del presidente Trump, y Trump y los republicanos nos han atacado implacablemente por luchar por la verdad». Desde Londres, flanqueado por el presidente de la OTAN, Trump dudaba del patriotismo de los demócratas y criticaba el impeachment. «Creo que es algo malo para nuestro país», dijo. Añadió que el proceso no fue diseñado para que «se usara de esa manera».
Dado que ni el presidente ni sus representantes legales tienen previsto participar en las discusiones de los expertos en derecho Constitucional, crece a gran velocidad la transformación del posible impeachment en la enésima guerra cultural. Los bandos irreconciliables de los que han escrito Jonathan Haidt y otros, perplejos por la creciente distancia ideológica y sentimental entre los votantes de los dos grandes partidos, contemplan el proceso con una mezcla de indignación y hastío. Allí donde el congresistas republicanos ven «humor, galantería y cordialidad» en la conversación entre Trump y Zelenksy del 25 de julio los demócratas otean amenazas, presiones, sobornos y coacciones.