Autoestima en Zorrilla
Se escuchan cosas extraordinarias, no menos que durante el resto de la temporada. Por ejemplo: los goles de Cristiano se iban a repartir entre sus compañeros según una novedosa teoría de la democratización del gol y de la genialidad deportiva.
Además de críticas, la caída del Madrid también ha despertado una lírica de despedida para un equipo ciertamente histórico. Las 4 Champions de 5 fueron algo complejo. Ese Madrid empezó destrozando al Bayern a la contra y acabó en Cardiff dominando la posesión contra la Juventus. La última fue la Champions de las chilenas. Una cosa de locos. Ese Madrid empezó rutilante de fichajes y acabó vendiendo, casi modesto. Entre medias había cambiado el fútbol.
Pero si se juzga a un equipo histórico hay que hacerlo del todo y no se puede obviar que estamos ante una racha de 2 Ligas en una década, lo que importa y mucho. Primero, porque el Barça se acerca peligrosamente en el palmarés nacional. Segundo, porque ni siquiera se está a la altura del club. Solo en los 40 el Madrid ganó tan poco en España. Pero lo definitivo es que ese fútbol de cada domingo tiene que ver con la regularidad y el estilo, algo que no es una mera discusión estética. Si el mercado del fútbol está, como parece, imposible, el Madrid quizás debería precisar también ese aspecto de la gestión deportiva. Hay que ganar, pero ¿cómo se quiere llegar a ganar?
A Valladolid llegaba Solari a título póstumo. El Madrid echa de menos estos días aquella figura del “hombre de club”, los Molowny o Del Bosque que cogían al equipo y durante unos meses restituían el “sentido común madridista”. Es una figura clásica desaparecida. Otra es el director deportivo. La tercera sería el nueve, con lo cual volveríamos al principio.
El Valladolid comenzó fuerte y corriendo, con balones largos a Guardiola. A la contra le haría mucho daño al Madrid. En el 11 repitió mecanismo por la banda-chollo de Odriozola y el penalti a Plano lo falló Alcaraz. Quinto consecutivo que fallan.
Dos minutos después se vengó cruzando el campo y driblando maniquíes para que marcara Guardiola. El VAR anuló el gol.
El Valladolid, con bastante moral, siguó llegando y en el minuto 18 marcó en fuera de juego (Guardiola otra vez). El Madrid se estaba enfrentando a un equipo todavía con mayores problemas para el gol.
Benzema chutó en el 23, primer intento serio, pero la presión local era fuerte. Y en el 29 llegó el gol de Anuar tras un cómodo centro lateral por la banda de Reguilón y una asistencia del incansable Guardiola.
El Valladolid le estaba haciendo la autopsia al Madrid. Olor a cadaverina. Noche de muertos vivientes casi en 4-4-2.
Pero la ingenuidad del Valladolid, digna de un equipo filial, le permitió empatar con un gol de Varane tras error de Masip en un córner.
Había algo psicológico, algo de ansiedad en el Madrid, porque tras empatar jugó mejor. Dominó incluso y Casemiro tuvo una ocasión de fuerte chut, pero hasta en esos momentos mejores se notaba que muchos jugaban al trantrán (¡malamente!). Quizás Ceballos fue de lo más móvil en esa primera parte.
Los balones largos tras recuperación (o simple regalo) seguían siendo suficiente argumento para el Valladolid, aunque el Madrid marcó pronto. Un balón de Ceballos para el Odriozola más esprínter acabó en penalti por la entrada desproporcionada de Plano. Marcó Benzema.
Lo mejor de esos minutos fue un gran pase de Asensio con volea de Ceballos y paradón de Masip. Primeros destellos de jugadores que parecían olvidados en unos minutos en los que el Valladolid era atemperado. De modo definitivo cuando Benzema marcó el tercero tras un córner. Goles a destiempo para la fanfarria de los publicistas. Estos meses pueden ser perfectos para el maquillaje estadístico.
Decidido ya, el partido entró en una fase automática. El Valladolid tuvo un palo (Guardiola de nuevo) confirmando a la vez gafancia y empeño y pudo verse algún detalle de Odriozola, Asensio y Valverde. Casemiro fue expulsado por otra amarilla pero esto no alteró en nada la superioridad del Madrid. Modric remató con el cuarto sus buenos minutos en una combinación de lujo (un lujo bizantino pero funerario) con Benzema.
Los goles demostraban eso que se llama “compromiso”. Quizás no ha sido un problema de implicación de los futbolistas.