Reserva de la biosfera española: Tres empresas gallegas, primeras en obtener el sello de espacio protegido
El objetivo de las reservas de la biosfera, un concepto que nació en 1974 en la Unesco que es quien lo otorga, es galardonar y poner en el mapa internacional a territorios de alto valor natural en los que sus habitantes han utilizado tradicionalmente sus recursos de manera que han podido perdurar y llegar a nuestros días prácticamente sanos y salvos. Se trata, explica Francisco Costas, jefe del Área de Relaciones Internacionales y Reservas de la Biosfera, del OAPN (Organismo Autónomo Parques Nacionales) del Ministerio para la Transición Ecológica, «de cumplir tres funciones: conservar sus paisajes, ecosistemas y especies; además de permitir y fomentar el desarrollo socioeconómico y sostenible del territorio del entorno, donde vive la mayor parte de la población y donde se permiten actividades compatibles con el desarrollo sostenible desde el punto de vista social, cultural y ecológico».
España es el país con mayor número de reservas «49, que suponen el 11% del territorio del Estado y donde viven casi dos millones de personas. Estar en esta lista es entrar en un mapa mundial de lugares importantes por sus valores naturales y optar a potenciales beneficios de desarrollos socioeconómico que antes no tenían. Y que los habitantes de los territorios, que es de donde parte la iniciativa para solicitar ese reconocimiento, ven como un posible motor de desarrollo social y económico».
Unido a los territorios
Son territorios, resume Costas, «en los que se tiene un compromiso ético y moral con el uso de los recursos y las formas de trabajar sostenibles». Desde el OAPN, entidad coordinadora de la Red de Reservas de la biosfera españolas, «trabajamos para dar a conocer los productos de origen en ellas. Que son de altísima calidad, locales y tienen detrás procesos sostenibles. De ahí la creación de la marca ‘‘Reservas de la biosfera españolas’’. Para darles visibilidad, colaborar en su comercialización y aumentar su demanda. Los requisitos para poder incluir el logotipo, que siempre va junto al de la reserva a la que pertenecen y que es la que lleva el seguimiento y control, son que han de ser producidos de una forma compatible con la conservación, desde el punto de vista ambiental. No proceden de cultivos intensivos, ni de procesos industriales. Pero favorecen la creación de pequeñas empresas amigables con el medio ambiente, la generación de empleos que fijan población y mantienen vivos los territorios. Para favorecer su comercialización próximamente vamos a crear un portal de venta en línea, como escaparate de contacto directo entre consumidores y productores. Y esperamos ampliar su demanda y beneficiar la economía de estos lugares», explica Costas. Actualmente tres empresas, gallegas las tres, han obtenido la marca Reservas de la biosfera españolas, pero la demanda aumenta y ya hay cinco más que lo solicitan.
«Yo nací aquí, convivo con este entorno y le doy mucha importancia. Esa química explica por qué me dedico a esto y no a otra cosa, por unos valores y unos sentimientos». Cristina Bañobre es rotunda al hablar de su trabajo y su trayectoria profesional desde que hace 20 años dio la campanada en su localidad al colgar su título de Química Ambiental recién obtenido para dedicarse a la agricultura. Patatas gallegas, la kennebec, la variedad gallega blanca que se usa para el pulpo, grelos y cebollas chata do Miño (una variedad local), son los productos que cultiva, envasa y distribuye desde su empresa Da terra do país. Siempre tuvo muy claro «defender nuestra marca. Rechazamos vender como marca blanca para alguna gran cadena, porque hubiéramos tenido que triplicar o cuadruplicar nuestra base productiva, con el consiguiente desequilibrio que supone para nuestro territorio. Apostamos por nuestro modelo y a día de hoy tenemos 30 hectáreas de cultivo, nos han dado un premio por nuestro trabajo contra el abandono de tierras, que han retornado al paisaje agrario y cuando la gente va a la playa y lo ve es precioso. Presumimos de tener cebollas y patatas marineras. Y, echando la vista atrás, es muy reconfortante porque ha supuesto un gran esfuerzo. Su principal apoyo han sido los consumidores, que nos conocen, se fija en el sello de reserva y lo valoran», explica Bañobre.
Genera empleo; cuenta con una plantilla mitad fija y mitad estacional, que va de 10 a 30 personas, y cultiva una parte en convencional con sistema integrado con uso exclusivo de productos fitosanitarios de manera curativa, cuando hay un problema, y otra en ecológico: «A medida que hemos ido creciendo y recogiendo beneficios hemos ido apostando por la producción ecológica que hacemos en las parcelas que cercanas a las marismas, donde anidan aves. Así evitamos que por lluvias o lo que sea, pueda haber derivas que dejen residuos en el terreno», dice Bañobre.