El Madrid no remata al Atlético

Lo intentó de todas las maneras el Real Madrid, pero no pudo ser y seis partidos consecutivos suma el Atlético en el Bernabéu, pocos de ellos tan sufridos, toda la segunda parte pegado a su área, con el Madrid volcado y apenas pasando un par de veces la línea del centro del campo. Cuando el equipo de Lopetegui se quitó la incomodidad del principio, mandó y fue el que más quiso ganar. Se repitió la situación que tantas veces se ha visto en los derbis contra este Atlético: llegar al área y morir allí, con una tremenda sensación de impotencia.

Maduró y maduró el Madrid el partido contra el Atlético. Le costó entrar en él, agobiado por la presión con la que Simeone quiso confundir al Santiago Bernabéu e impedir que los blancos saltasen al campo con la rabia contenida tras la derrota frente al Sevilla. Por eso salió el Atlético hambriento como siempre, sin dejar respirar a nadie. Y aguantó el Madrid ese rato porque Courtois demostró porque ha llegado al estadio madridista. Para detener a Griezmann y a Diego Costa, por ejemplo, cuando llegaron solos tras dos pérdidas de balón en el centro del campo, allí donde el Atlético huele la sangre y donde cuando roba un balón considera que ha conseguido un tesoro. Fue en la primera mitad y el guardameta belga no tembló porque le sobra experiencia y clase. Y sobre todo, dio una seguridad tremenda en las jugadas por alto. Cada balón al área del Madrid se vivía con tranquilidad, con la calma que da un guardameta tan alto. Ésa es una de la razones de su llegada en verano y puede que su actuación en el derbi sea su punto de inflexión.

Una vez que Courtois hizo su trabajo, el resto del equipo siguió con el suyo: hacerse con el partido. No fue sencillo, costó cuarenta y cinco minutos, toda la primera parte, pero cuando lo hizo atrincheró al Atlético, que se pasó la segunda mitad pegado a su área, cerrando espacios, intentando descifrar el fútbol de Ceballos. Fue el Atlético de toda la vida, el que ha hecho de la resistencia una virtud y que pasó o no pudo pensar en la portería rival. Debió pensar Simeone que con la primera parte ya era suficiente, que ya habían tenido la pelota y que había que defender el empate a cero como si fuese un gran triunfo. Toda la pasión que le puso el Atlético para apretar arriba antes del descanso y para tener incluso la posesión durante algunos instantes, se transformó en una muralla desde el descanso hasta el final del choque.

Ahí fue emotivo ver al Madrid, toda la segunda mitad, sin Bale, cambiado por lesión acechar, ver a Ramos pidiendo a sus compañeros que subiesen sin mirar atrás, en busca del liderato, tras el empate del Barcelona contra el Athletic. Fue una mitad que dio sentido a Ceballos en el conjunto Madrid. Él cambió la dinámica, pidió la pelota, presionó, se llevó una patada tremenda y dio luz al Madrid. No suficiente, porque no hay equipo que viva más cómodo cerca de su portero que el Atlético.

Lo vio tan mal Simeone que quitó a Diego Costa para sacar a Thomas para compensar. Lo intentó el Madrid de todas las maneras, por lo máximo que sacó fue un remate de Asensio tras un pase magistral de Kroos que salvó Oblak. Le cuesta a los de Lopetegui llegar al área con claridad y contra el Atlético eso es un pecado grave. Acabó el partido con Vinicius para ver si alteraba algo, pero no dio tiempo, la tensión y las prisas ya jugaban con el Madrid.

El Atlético en cambio no tenía ninguna prisa. Después del descanso decidió que empatar era como una victoria, debió pensar que ya había hecho suficiente con ese par de ocasiones y su comienzo. Sabía el Madrid lo que se iba a encontrar y no le sorprendió la presión rojiblanca, apretando arriba, obligando al fallo y sin dejar jugar. Lo sabía, pero le costó encontrar el remedio. Bale fue el más peligroso de los blancos, agarrados a él cuando la vida era muy complicada y cada pase un invitación al hambre rival. No pudo continuar, salió Ceballos y el partido cambió. Aunque el marcador no varió nada.