En un deporte tantas veces incierto como el ciclismo, el último episodio relevante de esta Vuelta a España abraza la lógica más aplastante posible. Como el personal esperaba con resignación, no hubo ataques fratricidas en un Jumbo Visma demasiado superior al resto de mortales. Escoltan los líderes Jonas Vingegaard -segundo en la general- y Primoz Roglic -tercero- a a su otrora gregario Sepp Kuss; le echan el brazo por encima del hombro con bonhomía, reconocen ambos campeones al hombre que les tapó del viento en tantísimas pendientes. Sobrevive de rojo el de Colorado; choca mil manos emocionado en Guadarrama. Ha ganado su primera y seguramente última grande; es tan gigante el Jumbo que puede permitirse ganar la Vuelta con su tercera espada. Como ya hizo el Sky en épocas no tan pasadas, los neerlandeses absorben la emoción en el pelotón: tras el Giro de Roglic y el Tour de Vingegaard, con el protagonismo abrumador en el podio español el Jumbo completa su obra.
