Para la izquierda -que presume de científica- no existen las matemáticas. Sencillamente, las ignora. Y no me refiero a las últimas, la teoría de las cuerdas o la nanotecnología, con ecuaciones kilométricas, sino las elementales, la aritmética de sumas y restas. Puede deberse a que la mayoría de sus pensadores son de «letras» y no saben que las matemáticas son también una lengua: la de los números, con los que se intenta describir la realidad de forma mucho más exacta. Con ellos no puede jugarse, como con las palabras, que permiten todo tipo de exageraciones y equívocos. El menor error numérico te lleva a un callejón sin salida, que es donde suelen acabar todas las teorías de la izquierda. Cuando no en un campo de concentración.
Sin necesidad de echar mano de Venezuela, los españoles tenemos el caso Zapatero. ¿Recuerdan el debate de Solbes con Pizarro, negando que la gran crisis de 2008 no afectaría a España y su programita de obras públicas que hermosearon plazas y aceras, pero nos llevó de cabeza a la bancarrota? Pues es exactamente lo que intenta Sánchez con sus presupuestos: más impuestos y más gastos en plena desaceleración económica. Apagar el fuego con gasolina. Justo lo contrario que debe hacerse, según todos los expertos. Sus presupuestos 2019 disparan el gasto en pensiones, sueldo de funcionarios, vivienda pública, dependencia, becas, pobreza infantil y otros capítulos sociales hasta los 150.000 millones de euros. ¿Cómo van a financiarse? Pues, principalmente, subiendo los impuestos «a los más ricos», personas y sociedades, que ya sabemos quién suele terminar pagándolos: clase media y trabajadores. Por lo pronto, tendrán que pagar más por el diesel de su coche, furgoneta o tractor. Unos efectos que el propio Gobierno admite al haber rebajado una décima el pronóstico de crecimiento del PIB. ¡Y si fuera sólo eso! Estos presupuestos podrían equipararse a las cuentas del Gran Capitán y a las de la lechera. O a las dos juntas.
Pone la guinda el detalle impúdico y antidemocrático de llevarse Cataluña la parte del león de las transferencias a las comunidades autónomas: un 18 por ciento, que incluso puede incrementarse. Pero lo exigen los nacionalistas, esgrimiendo su contribución al total del PIB español. Algo así como si un millonario exigiera del Estado prestaciones equivalentes a sus impuestos. Una flagrante violación de las normas más elementales de redistribuir la riqueza. Sánchez intenta con ello convencerles de que apoyen sus presupuestos, al no poder darles la libertad de sus líderes encarcelados y el derecho a autodeterminarse. Es decir, comprarlos. ¿Se dejarán? No lo han decidido todavía. Mi temor es que terminen consiguiendo ambas cosas: mucho más dinero que el resto de los españoles ahora y la amnistía de sus líderes una vez juzgados. Pero incluso eso les parece poco y exigen que sean declarados inocentes o condenados sólo por defraudación de caudales públicos. Un delito menor con Pedro Sánchez en La Moncloa y ellos en la Plaza de San Jaime o en Waterloo, que es de lo que se trata. Y nos quejábamos con Zapatero.