El Gobierno de Sánchez ha venido para quedarse el mayor tiempo posible. Ahora va a hacer una sentada. Dice el presidente que mejor esperar sentados hasta 2020. El pasado 1 de enero se produjo la prórroga automática de las cuentas de 2018 que el ministro de Hacienda del PP, Cristóbal Montoro, manufacturó pensando en que su vida útil sería para dos años. En el actual Gobierno explican que como en realidad fueron aprobadas el último verano le quedan, como mínimo, otros seis meses. A Sánchez le da lo mismo una cosa que otra, pero no a los independentistas, que prefieren sostener al actual presidente del Gobierno en La Moncloa el mayor tiempo posible.
El resultado de las elecciones en Andalucía encendió las alarmas desde Barcelona a Waterloo pasando por las celdas de Lledoners, donde los procesados por rebelión esperan que alguien les abra la puerta lo más pronto posible después del juicio. Si el calendario no engaña hay casi un año entre la decisión de los jueces y el final obligatorio de la legislatura. El Gobierno de Sánchez está convencido de que con el arrumaco telefónico diario, el independentismo es menos fiero que con Rajoy. Les van a dar todo lo que tengan para invertir en infraestructuras y la competencia para suprimir de una vez el castellano de las aulas. Sánchez ha hecho suya la posición equidistante de Iceta en Cataluña, a pesar del riesgo que corre en el resto de España. Tampoco le importa. La culpa del resultado en Andalucía es en exclusiva de Susana Díaz. En La Moncloa no acusan recibo y esperan a después de las municipales para desalojar a la actual líder del socialismo andaluz. Habrá batalla y sin prisioneros.
Los presupuestos presentados por Sánchez serán aprobados por los independentistas. La receta es la clásica de los años de Rodríguez Zapatero. Más impuestos, más gastos y que la deuda pública la pague el siguiente. Si vienen las vacas flacas ya le tocará a la derecha sacar la tijera. Todos los pronósticos anuncian menos crecimiento, empleo, inversión y consumo. Las cuentas del Estado son la expresión de un deseo electoral. No hay ni una sola medida que ataque los problemas estructurales de la economía española. Sánchez se ha puesto a silbar repitiendo el modelo a seguir de Rodríguez Zapatero. Sánchez cose su futuro al independentismo catalán, y no pasa nada más, ni menos. Mientras se acusa al PP de blanquear a la extrema derecha, al aceptar propuestas que eran del PP como la Consejería de Familia similar a la de Núñez Feijóo en Galicia, se mira para otro lado cuando el presidente de la Generalitat se reúne con un prófugo de la Justicia para decidir si apoyan la continuidad de Sánchez a través de los presupuestos.
Lo que se estaría diciendo de Casado si también hubiera permitido negociar la investidura de Moreno en Andalucía con partidos con procesados por rebelión y corrupción, huidos de la Justicia o personajes supremacistas que han descrito a los españoles como bestias y seres inferiores.